La Voz de Galicia

«Ataba mellor ca ningunha e iso doume a vida para pagar médicos»

Camariñas

Cristina viu Carballo / la voz Lola do Corroso es una heroína, una de esas mujeres que son capaces de sobreponerse a cualquier cosa para seguir tirando del carro de la familia. Ha sobrevivido a tres hijos, cuidado de un marido precozmente enfermo e incluso anduvo sola por Londres sustituyendo a una de sus hijas para que no perdiera el trabajo a causa del embarazo.

Lola do Corroso recibió el premio Mar de Camariñas a su trayectoria vital como redera, vinculada a la pesca, aunque ella ha sido siempre una heroína

01 Sep 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Dolores Castro Carril nació en 1937 en Camariñas, junto al puerto. Allí sigue viviendo, «nas casas de Franco». Ha superado tantas cosas, tantas desgracias que resulta difícil creer que siga en pie. Su capacidad de superación, de hacer frente a lo que la vida le puso delante, fue uno de los motivos por lo que se llevó recientemente el premio Mar de Camariñas. Es Lola de Corroso por su marido, que corría muy deprisa cuando era niño. Se casó con 19 años y medio, solo unos meses después de que su madre la llamara para casa porque decía que en A Coruña, donde servía, había demasiados mozos y tenía por ella.

Él le fue la fuente de sus mayores desgracias, pero también la llave para superarlas. Ella prendió a atar en cuanto se casó y se convirtió en la mejor redera: «Doume a vida». Pronto esa habilidad se iba a convertir en el principal medio de vida de toda la familia.

El marido de Lola murió con solo 49 años, pero estuvo «dezaséis anos mal do cerebro. Daquela non había psiquiatras do seguro: había que ir particularmente». Si la vida había sido difícil hasta el momento, a partir de ahí empeoró notablemente porque hubo que ir de hospital en hospitales, con una paga de «2.000 pesetas (12 euros) que non chegaba nin para os viaxes». Así, Lola tuvo que trabajar más que nunca «para manter aos médicos» y lo hizo con lo que mejor hacía. Era una gran redera, que los armadores se llevaban de aquí para allá. Entonces no había sueldos, pero una hábil atadora podía salir adelante si trabajaba mucho.

Para un trabajo así no solo hace falta agilidad en las manos, sino también en la mente. «Para atar hai que saber como vai, como hai que levar a rede, non é o conto así de fácil».

Cansado de sufrir

Lola perdió dos hijos cuando apenas eran niños. «Non se podían atender, era moi castigado o traballo. Así é a vida». El tercero falleció con 54, «cansado de tanto sufrir», pero le quedan ocho nietos y cuatro bisnietos y cuenta con tener tataranietos. Dolores Castro apenas había superado los 10 años cuando ya palillaba o iba a las «caramuxas para vender», pero su primer trabajo serio fue sirviendo en casa «dun secretario que era de Castilla». Con la familia partía cada septiembre a la vendimia en Quintanilla de Pidio. Allí probó «o viño mosto, que era moi dulciño, pero non me deron máis que unha copa porque dicían que saían grans». Entonces tendría unos 14 años y quedaba a cargo del bebé de la familia, que tenía el paladar hendido. «Queríalle moito e busquei o xeito de que puidera comer. Tapáballe o nariz e ao alentar tragaba a comidiña toda. Despois marchei e ao pouco de marchar eu o neno morreu. Se cadra ninguén era capaz de facer coma min».

Aquellos veranos en Castilla, acompañando a la familia para la que trabajaba y las visitas médicas de su esposo, no fueron el único viaje que realizó en su vida. Estuvo en varias ocasiones en Londres, aunque casi siempre trabajando.

Una vez que su madre la hizo volver a Camariñas, Lola enseguida se ennovió. En un baile «na casa da Piosa», una amiga le dijo que su primo se había traído de Ferrol un anillo de pasta que tenía una imagen dentro: «Era tan interesante, mirámolo tanto, que quedamos xuntos».

«Tapáballe o nariz e ao alentar tragaba a comidiña toda. Ao pouco de marchar eu o neno morreu»

«No museo de Madame Tussauds fixen una foto ao lado do noso rei»

Una de las hijas de Lola lleva muchos años en Londres y ella ha viajado varias veces allí, con estancias de varios meses. Una de las primeras veces fue porque iba a ser abuela y tenía que asumir ella la limpieza de casas, con el fin de que no tuviera problemas en el trabajo y también para llevarse a la criatura a Camariñas.

Y ahí fue Lola, en autobús por una ciudad extraña y sin entender una palabra de inglés. A ella sí la comprendían, por señas, pero era suficiente: «Levaba nun papeliño a dirección». ¿Nunca se perdió? «Si, un día perdinme, carajo, eran as nove da noite e non chegara a casa. Saíu o xenro a buscarme. Eu non collín medo. Mirei o nome das rúas e se non era pasaba e ía a outra».

Pero no todo era trabajar: «Cando lle levaba o fillo para que o vise no Nadal ou en Semana Santa iamos pasear, de museos e ao dos animais». Lo que más le gustó fue el museo de cera, el famoso establecimiento de Madame Tussauds, donde se fotografió con el rey Juan Carlos.

A pesar de todo, Lola prefiere Camariñas a Londres. «Gustoume ben, pero é moi grande para os vellos, hai que andar moito, as rúas son moi longas», explica.

También elige la localidad en la que nació porque allí la aprecian. «Somos máis atentos, todo o mundo nos levamos ben», dice. Se siente respetada: «Sempre me din: señora Lola tal cousa, señora Lola tal outra».

Ahora prefiere estar en casa, descansar, ver la televisión. A sus 81 años, sus huesos han sufrido demasiado, explica. Es lo que tiene el oficio de redera, siempre se hacía a la intemperie y en condiciones muy duras. Ahora espera la visita de sus bisnietos, entre los que reparte algo de dinero para sus gastos.


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