Fallece Julio Anguita, el «califa rojo»

Fue en Córdoba, su ciudad política y donde ha fallecido este sábado a los 78 años, donde se ganó el apodo de «el califa rojo» tras obtener una abrumadora mayoría absoluta en los comicios locales de 1983, en plena hegemonía socialista en España. Esta imagen es de 1989.

La izquierda pierde a uno de sus grandes referentes. Maestro de profesión, siempre se caracterizó en política por elaborar sus discursos y alianzas parlamentarias en base a una idea clara y concisa: «programa, programa, programa»

17 may 2020 . Actualizado a las 01:29 h.
Fue en Córdoba, su ciudad política y donde ha fallecido este sábado a los 78 años, donde se ganó el apodo de «el califa rojo» tras obtener una abrumadora mayoría absoluta en los comicios locales de 1983, en plena hegemonía socialista en España. Esta imagen es de 1989.
Maestro de profesión, siempre trató de llevar a la política su faceta educadora. Se definía a sí mismo como un combatiente en lucha por los ideales comunistas y de su esperada III República.
Anguita fue secretario general del PCE entre 1988 y 1998, y promovió la unidad de formaciones que entonces estaban a la izquierda del PSOE, con el que marcó siempre las distancias, en Izquierda Unida, en cuyas filas fue coordinador general entre 1989 y 2000, año en el que se retiró tras sufrir un infarto.
Solo veía factible la vía para el acuerdo bajo una premisa que llegó a convertirse en su seña de identidad: «programa, programa y programa». Siempre reivindicó la hoja de ruta por la que hizo discurrir al PCE y a Izquierda Unida.
Una coalición con la que soñó liderar un «sorpasso» al PSOE que nunca llegó. Pero sí hizo sufrir a este partido y al que fuera su secretario general, Felipe González. No entendía que por pertenecer al espectro ideológico de izquierdas se diera por sentado su apoyo a los socialistas, máxime cuando aseguraba que este partido era por entonces sinónimo de escándalo y corrupción.
El rechazo a la política que abanderaba González hizo coincidir en muchas ocasiones a Anguita y al entonces líder del PP, José María Aznar, en unas críticas al presidente que intentaron desestabilizar su Gobierno.
Fue la que (en una denominación de la que siempre renegó) se conoció como «la pinza» entre populares e Izquierda Unida.
En el recorrido político de Anguita no faltaron reproches y guerras internas con Santiago Carrillo y con otros antiguos compañeros como Nicolás Sartorius o Cristina Almeida
En 1998 y debido a un segundo infarto no se presentó a la reelección como secretario del PCE, cargo que pasó a Francisco Frutos y en la nueva directiva ocupó un puesto en el Comité Ejecutivo.
En el 2000 fue relevado al frente de IU por Gaspar Llamares, su propio candidato y empezó a dejar la vida pública. Volvió a la enseñanza en el Instituto Blas Infante de Córdoba, tras más de veinte años en excedencia. Pero a pesar de abandonar los cargos, nunca abandonó la política.
Desde la retaguardia, escribió numerosos artículos, conferencias, libros y entrevistas.
Llevaba la política en las venas, una política que le dio satisfacciones, disgustos y una sensación de que la simpatía que le trasladaban a menudo, no se tradujo electoralmente.
Anguita nunca se movió ni un ápice de lo que, a su juicio, necesita España para seguir avanzando: iniciar un proceso constituyente entre distintas fuerzas para cambiar radicalmente el modelo de sociedad y apostar por la república y un Estado federal. Hoy su corazón ha dicho «basta».
El ministro de Consumo y coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, llora la muerte de Anguita, «camarada, inspiración y ejemplo».