«¿Quién iba a creer en los 80 que se podría llegar a vivir del vino?»

Monica Torres
mónica torres O ROSAL / LA VOZ

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M.MORALEJO

El enólogo Ángel Suárez participó en el bum del albariño Rías Baixas

05 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Su abuelo Isaac Vicente fue uno de los primeros en embotellar y etiquetar los vinos de Couselo, la finca familiar que heredó el entonces farmacéutico de O Rosal. Su padre, Manuel Suárez Marquier, fue regidor de la villa entre 1951 y 1975, y alcalde honorario desde entonces hasta su fallecimiento. Lideró la polémica concentración agraria, las primeras campañas de repoblación forestal, de extinción de incendios, de delimitación de montes o de creación de escuelas, empresas de las que salió con diversas condecoraciones.

La vocación de Ángel Suárez, cuarto de los siete vástagos, parece cuestión de genes. Pero también lideró sus propias batallas. Estuvo en la gestación del Consello Regulador Rías Baixas, en el que trabajó durante dos décadas hasta que llegó la Denominación de Origen en 1987. Nació entre viñedos y a ellos ha dedicado más de treinta años. Fue el primero de los bodegueros de su generación en ganarse el título de enólogo cuando aún ni se sospechaba la revolución que se iba a producir en el sector vitivinícola del Rías Baixas.

Nunca dudó de su vocación, pero lo de estudiar enología no fue una decisión premeditada. Confiesa con humor que «si no llego a haber hecho el servicio militar en Madrid no habría sido enólogo. No sé qué habría pasado si me llega a tocar Melilla, por ejemplo». El destino lo llevó a la Escuela de la Vid de Madrid, tras veinte años recorriendo y trabajando en los de la familia. «Ojeando una guía del ocio vi que había un curso de catas, me llamó la atención y pregunté. Resulta que eran dos años de estudio», recuerda. Culminó sus estudios con contrastada experiencia para formar parte de la transformación del sector en la comarca. Eran los primeros años de los 80 y Ángel Suárez contaba 23 primaveras. «Cuando etiquetamos los primeros Rías Baixas la vid aún no daba para vivir», recuerda. Ángel Suárez explica que, de la misma forma que cuando él era pequeño todas las familias elaboraban vino para consumo propio, como cultivaban el campo o criaban animales sin pensar en venderlo, en los 80 ningún viticultor sabía lo que iba a pasar. «¿Quién iba a creer entonces que se podría llegar a vivir del vino de forma profesional?», recuerda con nostalgia.

La creación de la denominación, en 1987, desató el bum que convirtió en oro el albariño de Rías Baixas. «Antes de eso se llevaba vino gallego a Madrid pero el consumo se reducía a pocas mesas de clase alta hasta que salió la etiqueta. Entonces se crea una marca única y se profesionaliza la actividad». Se confiesa enamorado de su profesión y también de su tierra. Le gusta echar raíces y por eso su rincón favorito es el mirador de Valdemiñotos. Allí comenzó su andadura profesional porque con 18 años, trabajando para Hermanos Cervera, plantaron las primeras 5 hectáreas de la finca. Ahora, 33 años después, el enólogo de Lagar de Fornelos, del grupo La Rioja Alta, ultima la compra de las últimas 15 hectáreas de la que será la mayor finca de albariño de Rías Baixas, con 65 hectáreas en total. Hasta aquí tuvo que negociar con un millar de pequeños propietarios. «Es mi rincón, porque representa mi pasado, mi presente y mi futuro; parecía imposible una finca tan grande en Galicia». Sobre el secreto de uno de los valles más fértiles del país, aporta su visión. «Es la tierra y el clima pero, especialmente el clima porque al ser un valle orientado al Sur y próximo al mar, en O Rosal hay un plus de insolación, 2 o 3 grados más de calor que la media provincial».