Viendo aviones

VIGO

10 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

SUna de las más populares romerías de Vigo es la de Peinador. Cada fin de semana se reúnen allí cientos de fieles, admirando los aviones, agarrados a la verja metálica que separa la carretera de las pistas. Aprovechando el tirón, se concentran en la zona vendedores ambulantes de uvas y melones. Y no faltan las rosquilleras al igual que, ocasionalmente, un churrero va al lugar a hacer su agosto.

La devoción en Vigo por los aviones sólo se ve superada por la del Cristo de la Victoria y, si acaso, San Roque. Hay devotos del Macdonell Douglas como los hay del Airbús. Las abuelas son sentadas en sillas de playa y los niños, aupados al colo, para que contemplen con más comodidad aquellos aparatos asombrosos que llevan a la gente al cielo, en cuerpo y alma.

Urge hacer un estudio antropológico sobre esta fe tan viguesa en los aviones. Sólo se conoce algo similar en algunas tribus de la Amazonia, que adoran al pájaro de hierro. En el resto del mundo, no se sabe que la gente peregrine a Heathrow, a Lavacolla o a Barajas, a pasarse la tarde viendo aeronaves.

Por desgracia, los devotos de Peinador ven como, cada año, hay menos aviones que adorar en las pistas. Air Nostrum suprimirá este mes seis de sus ocho vuelos semanales a Valencia. Spanair y Vueling han eliminado diez vuelos semanales a Barcelona. E Iberia recorta destinos y opera con aeronaves más pequeñas. Se espera, por tanto, entre los fieles del aeropuerto una caída de las vocaciones. De seguir así, acabarán arruinando la habitual romería de los fines de semana.

Abel Caballero ha puesto el grito en el cielo por esta reducción de enlaces desde Peinador. Y la Confederación de Empresarios ha dicho que tomará medidas, consistentes en hacer un estudio. Más conveniente sería que, si quieren recuperar líneas, cojan más aviones. Porque las cifras son tercas y el vuelo entre Vigo y Madrid ha perdido un tercio de pasajeros en cuatro años: 143.000 con respecto a 2007, para ser exactos.

La crisis es la clave de este descenso, pero también una agresiva política comercial de Oporto y Santiago, que crecen ante el descalabro vigués.

Por eso no se entiende que los empresarios culpen a las compañías o que Caballero amenace a Iberia con ?una campaña en la ciudad como se sigan tomando estas decisiones?, consistentes en reducir 200 plazas diarias con la terminal de Madrid.

Es obvio que algo habrá que hacer para que Vigo deje de perder plazas y destinos. Pero también parece lógico que una compañía oferte menos asientos si cae la demanda, como ha caído. A menos que pretendamos que los aviones vuelen vacíos, lo cual al menos contentaría a los miles de fieles que los domingos van a Peinador a ver los aviones. Caro sale, pero hay que defender también a las confesiones minoritarias.