«Como todos en Vigo, soy de Ourense»

Soledad Antón María jesús fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

Matemático y fotógrafo, Xulio Gil confirma la regla del científico artista

31 ene 2011 . Actualizado a las 12:35 h.

Xulio Gil es una de esas personas que, en lo profesional, tiene el corazón partío. Matemático porque así lo exigía el guión de su ristra de sobresalientes en esa asignatura durante el Bachillerato, y fotógrafo porque el cuerpo le pidió desde bien joven un vehículo de expresión artística. Son muchos los trienios que lleva compatibilizando con maestría obligación y devoción. Su diaria jornada docente por una parte, y numerosas exposiciones y varios libros publicados, por otra, así lo atestiguan.

Es precisamente uno de esos libros, Vigo, fronteira do Alén, el que repasa mentalmente cuando se ve en la tesitura de elegir rincón favorito: «Sin duda el mercado del Calvario, es el único escenario que, 22 años después de la publicación de aquel trabajo que compartí con Méndez Ferrín, permanece inalterable».

Seguro que también tiene mucho que ver en la elección el hecho de que, aunque es de Ourense -«como todos los de Vigo»-, su infancia y adolescencia transcurrieran en la calle Aragón y aledañas -«los espacios por los que corrí, me manché, crecí y aprendí han cambiado mucho»-, por no hablar de su absoluta certeza de que el mercado del Calvario, que sigue visitando con frecuencia, «define a Vigo».

Escape frustrado

Familia, profesores, compañeros..., todos sabían que Xulio Gil sería matemático. Y así fue, no sin ofrecer resistencia al principio. «Me matriculé en Ingeniería para escapar de las Matemáticas pero, al final, tuve que volver a ellas», confiesa. Y no porque la Ingeniería se le atragantara. Muy al contrario, superó el primer curso con notas excelentes, pero una inocente visita a La Metalúrgica le hizo cambiar de idea en dos minutos. Durante aquella visita se fijó especialmente en el ingeniero químico que vigilaba a un montón de mujeres que trabajaban en las troqueladoras para evitar que pudieran cometer un error fatal. «Me asusté mucho. Descubrí que no quería mandar a un grupo de hombres o de mujeres que pudieran perder la vida en el trabajo. Es una responsabilidad a la que no estaba dispuesto a enfrentarme», explica.

La marcha a Santiago no solo supuso cambiar de carrera, sino de prioridades. Estudiar ya no era la primera porque las Matemáticas que ya sabía le permitían vivir de rentas. «Me sobraba el tiempo», afirma. Conocer a Antón Rodríguez Casal le ayudó a llenarlo, ya que le inoculó su pasión por la Prehistoria, departamento del que se hizo asiduo. «Allí empezó mi relación con el mundo del arte», explica. Dicha relación terminó de apuntalarla Eduardo Grandío, con el que compartió piso.

Fue por esa época cuando la que fue su primera novia le regaló su también primera cámara de fotos buena, una Yasica. Allí echó a rodar la bola del fotógrafo vocacional -«en 1976 monté en la plaza de la Princesa la primera exposición seria que se hizo en Vigo»- y aún no ha parado. De hecho, está a punto de abrir muestra en la sala de Cuqui Piñeiro (A Guarda). Para este trabajo, que ha titulado Matrilineal, ha puesto el foco de su objetivo en las mujeres. «La sociedad actual es más matrilineal que nunca», argumenta.