Las ostreras de A Pedra cambian de sexo

María Jesús Fuente redac.vigo@lavoz.es

VIGO

18 nov 2009 . Actualizado a las 02:47 h.

fue el precursor, el primer hombre en lanzarse a vender ostras en A Pedra. Su aterrizaje hace treinta años constituyó toda una novedad en una calle hasta entonces reservada a las mujeres. Tal es la tradición femenina de este rincón de la ciudad que ha conseguido que se mantenga el nombre de las ostreras, pese al asentamiento de un varón. Lejos de ocasionarle molestias, José Carlos no solo se ha habituado, sino que se integró sin problemas en este reducido grupo del Casco Vello al que se ha venido a sumar un nuevo compañero. Se trata de Fernando Martínez, sobrino de Mari Carmen, una ostrera ya jubilada que compartía puesto con otra veterana, Hermitas (con hache, como advertía siempre ella misma), también retirada del oficio. De seguir con esta tendencia las ostreras llevan camino no solo de rejuvenecer, sino también de cambiar de sexo y convertirse en ostreros. Y es que las cosas no están para exigencias, según reconocen las propias vendedoras, tres en la actualidad (Isaura, Isabel y María). Si aparece un familiar que quiera seguir la tradición, como es el caso de Fernando, no se le ponen pegas al sexo. Lo contrario, sería discriminación. Son conscientes de la dureza del oficio y saben que no hay codazos para ocupar sus puestos. Todo lo contrario, el relevo se presenta difícil. Para evitar problemas el teniente de alcalde y responsable de cascos históricos, Santiago Domínguez, estudia la fórmula que garantice su continuidad, una labor sin duda compleja. También contempla la colocación de una placa en homenaje a las mujeres que han dejado sus manos en los puestos de ostras, solicitada en su día por el vecino de la zona, José Manuel Tobío, quien pidió para ellas la medalla al mérito en el trabajo. Para mejorar las condiciones laborales en la actualidad la Tenencia de Alcaldía ejecuta obras en la cubierta de la calle. El objetivo es evitar que las ostreras se mojen los días de temporal y procurar que se encuentren algo más arropadas. La idea es concluir los trabajos antes del puente de la Constitución, fecha en la que tradicionalmente se acercan gran cantidad de turistas a la ciudad procedentes de otras comunidades. Los hostelerso explican que las ostreras (y ahora también ostreros) son la esencia de Vigo, como ha quedado patente estos días durante las obras. Pese a que los restaurantes ofrecen el bivalvo en sus establecimientos, el atractivo para los visitantes no es ni mucho menos el mismo y tampoco las ventas.

Los hosteleros del Casco Vello no están dispuestos a dar tregua. Tras el éxito del reciente concurso de tapas ya se han metido de lleno en otro sarao gastronómico. Desde hoy y hasta el sábado el centro comercial abierto Vigo Vello organiza las primeras Xornadas Gastronómicas da Castaña. En total serán catorce los locales que participen en esta nueva experiencia del Casco Vello. Se trata de Mama Oko (Real, 10), Carbonara (Teófilo Llorente, 27), Retranca Pasteleros (Oliva, 14), Sokoke (Eduardo Chao,8), A Pita Tola (Teófilo Llorente, 8), Alta Fidelidade (praza da Constitución, 12), Crêperie do Mar (Real, 22), Dona Vaniri (Porta do Sol, 2), Edra (praza dos Pescadores, 6), A Curuxa (Cesteiros, 7), Vinoteca A Laxe (Laxe, 11), Alma (Poboadores, 9), Marisquería Bahía (Pescadería, s/n) y Lume de Carozo (Joaquín Yáñez, 5). El objetivo de esta nueva iniciativa es atraer al mayor número de visitantes posible a la zona antigua y lograr que queden satisfechos para que repitan, según explica el gerente de Vigo Vello, Ángel Méndez. Entre los participantes en las jornadas de castañas se encuentran los tres ganadores del concurso de tapas del Casco Vello cuyos locales regentan Hervé Valette (Crêperie do Mar), César Sánchez-Ballesteros (Restaurante Bahía) y Ádega Roel (Mama Oko). Durante la entrega de premios del anterior concurso los hosteleros del barrio antiguo transmitieron a la presidenta de Vigo Vello, Itos Domínguez, su deseo de que se organizasen las jornadas dedicadas a las castañas. Hasta ahora la única celebración gastronómica con carácter monográfico se había centrado en el mejillón y resultó un éxito de público.