Y el mundo siguió andando

VIGO

06 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El mundo es un tren con paradas. Y, de momento, sin estación final. Unos apuran su viaje y otros apenas pisan los vagones. Unos disfrutan de los privilegios de primera y otros sobreviven en tercera. Unos disfrutan del paisaje y otros son machacados por el traqueteo. Pero el monstruo no se detiene. Las trompetas del apocalipsis suenan de vez en cuando a lo lejos. Reviven con el aliento de la guerra fría y caliente, del fundamentalismo, del calentamiento global, de gripes nuevas y viejas, de crisis económicas... Tempestades trufadas con sus correspondientes calmas.

Alfredo Le Pera, letrista profesional cuyos versos envolvía la voz de Carlos Gardel, tenía claro que el fin siempre es relativo. Le Pera era un hijo de emigrantes italianos que hizo las Américas a la sombra de un mito. Aquel cuyo tránsito fue resumido por el diario argentino Clarín con seis palabras reunidas con latido de tango. Pocos lo recuerdan, todos lo cantan. Escribía canciones por encargo. Escuchaba los latidos del mercado y de los mercaderes. Un pecado venial para el común de los mortales, pero que lo apartó de la categoría de genio para condenarlo a la de artesano. Pero el talento es caprichoso e impregna también algunas obras creadas a medida. Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando , rumiaba su pena Gardel del puño y letra de Le Pera. El mundo chirriando, cayéndose, pero sin frenarse jamás.

Si Le Pera no se hubiera apeado de este tren hace mucho tiempo, si no hubiera muerto junto a Gardel en 1935, es posible que alguien le hubiera encargado un tango para Ibarretxe. Con el político vasco henchido de nostalgia, víctima de la añoranza del poder. Despertándose. Desayunando con hambre del pasado. Comprobando que, a pesar de todo, amanece, atardece y anochece. Y el mundo sigue andando...