«Sí quiero», en el parador de Baiona

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

01 sep 2008 . Actualizado a las 13:02 h.

El secretario general de la patronal conservera aparcó ayer los problemas que está viviendo el sector para disfrutar de un momento tan especial como la boda de Genoveva, la mayor de sus cuatro hijas. Lo hizo además desde un puesto tan privilegiado como el de padrino. El de madrina estaba reservado para Almudena Riesgo, la madre del novio.

Genoveva Vieites Malvar y Luis Martínez Riesgo se dieron el «sí» en la capilla del parador de Baiona, cuyas murallas también acogieron la cena que siguió al enlace. Baiona es para Juan y su mujer, Maribel Malvar, su segunda casa, ya que es allí donde pasan todo el verano y muchos fines de semana del resto del año. Por eso también fue la real villa el escenario elegido para la fiesta con la que 24 horas los novios dijeron adiós a la soltería, en este caso en Villarosa. Casi una hora antes del inicio de la ceremonia religiosa, la banda de gaitas que dirige Wenceslao Cabezas, Polo, fue recibiendo a los invitados, alrededor de dos centenares. Entre otros, Ana Pastor, Abel Caballero, Corina Porro, Julio Estévez, Carmen Salgueiro, José Luis Calvo, Juan Cerqueira, Pili Sánchez, Álvaro Pérez Lafuente, Enrique García, Begoña Costas, Daniel Varela, Jesús Alonso, Rosendo Queimaño, Ignacio Sanfilippo... Sólo en una convención nacional de conserveros podría encontrarse a tantos representantes del sector juntos.

También la nómina de Zara aportó muchos nombres a la lista de invitados. Y es que ambos contrayentes trabajan en la central de la firma textil en Arteixo, él como responsable de compras para la zona de Asia y ella también en compras, en este caso en la división de hogar.

Al finalizar la ceremonia religiosa, cuya parte musical corrió a cargo de un trío de cuerda, se sirvió un aperitivo, en el que no faltó el mestizaje gastronómico. Así, mientras una experta pulpeira preparaba con mimo su especialidad, otro no menos experto barman hacía lo propio con los mojitos.

Especialmente esperada por alguno era la reacción de los invitados a la hora del postre. Y es que según me chivó una garganta profunda la elección de la tarta no fue tarea fácil. Hasta 15 diferentes parece que cataron los contrayentes antes de decidirse.

Al final, optaron por una solución bien democrática. Las diez personas que terminaron por formar parte del jurado votaron la que más les gustaba. Lo que determinara el recuento de votos sería inapelable. Al parecer, acertaron.

Ahora toca lo de ser felices y comer perdices. El primer capítulo (el de la felicidad, digo) fijo que empieza bien. Con la Toscana italiana primero y las Maldivas a continuación como destinos de la luna de miel no puede ser de otra forma.

Tengo una amigo casamentero al que en ocasión similar desde el altar (mi amigo es sacerdote) le escuche dirigir también a una pareja de novios una frase que viene como anillo al dedo: «El amor en el matrimonio a la luna se parece; cuando no merma, crece». Pues eso.