Cayetana ya tiene a su duque

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Alfonso Díez, funcionario, pertenece a la Casa de Alba tras la boda de ayer en Sevilla

06 oct 2011 . Actualizado a las 11:00 h.

Pues sí se casó. Y la veinte veces condesa bailó descalza para celebrarlo, como una Ava Gardner rendida de amor ante su recio castellano y ante toda España, que miraba sorprendida, benévola y hasta emocionada ante el triunfo de la voluntad. Tres años de lucha resumidos en un baile y toda una declaración de intenciones: la duquesa de Alba cumple con su deber -la herencia ya está repartida y no hay peligro de que la Casa se hunda-, pero Cayetana hace lo que le da la gana.

Eran las dos de la tarde y los 85 años de la duquesa de Alba parecían pesar como losas a esta mujer de 17 nombres cuando caminaba por una alfombra roja entre la intimidad de su palacio y su boda y la inmortalidad de la televisión. Cayetana, insegura y frágil, lucía ligera su vestido rosa de cinta verde y sonreía todo lo que su cirujano plástico le permite escuchando a la multitud -«¡Viva la duquesa!», «¡Te queremos, Cayetana!»-. Se paró al final del camino, saludando emocionada, y sin apenas fuerza para lanzar su ramo de rosas blancas. Pero de repente llegó la música y ella puso las cosas en su sitio: un movimiento de hombros y los brazos rumberos dieron paso a lo demás, fuera zapatos, y falda remangada para sacar a la gitana que habita dentro de la más marquesa -18 relucientes marquesados-.

El ya marido -¿cazafortunas, admirador incondicional, deslumbrado súbdito?- solo podía ejercer de parapeto, de posible sostén, casi azorado por tanta energía de su «porcelanita» -como al parecer la llama él-, casi humano con su sonrisa de «no hay nada que hacer con esta mujer».

La escena se repitió después en el interior. Con Curro Romero, con Fran Rivera, con su hijo Cayetano... siempre baile, media sonrisa, aire de rumba y energía sorprendente. Sus hijos (que no hija) y sus ex hijos políticos hacían corro sonriendo las ocurrencias mientras pasaba el rebujito y la tortilla española, que dio pasó a un menú de feria: gazpacho, arroz con gambas y langosta; turnedó de ternera con salsa bearnesa y ave al limón.

Fuera, el ambiente era igualmente festivo. Mujeres entradas en años reclamando la igualdad también en los casorios desiguales, jóvenes en busca de colorido, algunos sevillanos disfrazados -de novia, de novio, del rey...- y muchos, muchísimos periodistas. Estos disfrutaron de la cortesía de la casa de Alba, pizzas y bebidas, que también llegaron a un público agotado por la canícula de este octubre tan atípico como la aristócrata del más rancio abolengo que se casó amadrinada por su amiga Carmen Tello -de rojo con tocado a lo siglo XVIII, ella que dejó un título nobiliario por un torero-, sus diseñadores de cabecera y sus jóvenes amigos -Cayetano Rivera con su novia, Eva González-. Fue ayer, en ese huerto de Sevilla donde madura un limonero.