El presidente de la Federación Nacional de Enfermos y Trasplantados Hepáticos, Carlos Sanz, afirma que lleva «más de 13 años de regalo». «Me han trasplantado cuatro hígados, cada vez por una causa diferente. Pasé de todo: participé voluntario en un ensayo clínico, tuve rechazo, me buscaron un órgano por código cero [máxima prioridad ante una emergencia vital]», relata.
El ferrolano Abelardo Sánchez, presidente de la Asociación Gallega de Trasplantes Airiños, asegura: «Acostumbro a decir que tengo dos madres: la que me parió y la mujer que me salvó la vida al donarme su hígado cuando estaba en la uci y tenía una esperanza de 15 días».
Ambos participaron en la marcha de ayer, para animar a la donación, y secundar la reunión del Foro de Cirujanos: «en España tenemos los mejores médicos, porque con los peores órganos, de personas cada vez de edades más avanzadas, consiguen los mejores resultados», sostiene Carlos. En abril presenta un libro que cuenta su historia: antes del primer injerto se dedicó al fútbol. «Arbitré en Santiago cuando el Compostela jugaba en Primera. Ahora aún hago deporte, pero de otra forma», dice. «No me explico cómo puede haber gente que rechaza la donación y no cuestiona la incineración. Solo un 3% de los fallecidos pueden donar, y cada uno puede salvar varias vidas con su corazón, hígado, páncreas, riñones y pulmones, además de las córneas y otros tejidos», indica Abelardo.