El día de la selectividad se cierra el espacio aéreo cuando hay que oír las grabaciones

La Voz

SOCIEDAD

12 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El éxito en la educación es una cuestión de orgullo nacional: «Somos una nación pequeña y aislada del mundo por culpa de Corea del Norte, que tiene que competir con dos gigantes como Japón y China. La única vía para el éxito pasa por la educación», asegura Jongyoon Chun, presidente de DTR, una empresa de componentes de automoción. Para conseguir triunfar, se necesita una férrea disciplina, propia de tiempos pretéritos, combinada con la tecnología más vanguardista. Por ejemplo, la del uso de un e-book que permite hacer anotaciones como en un cuaderno tradicional. El país también ha sido pionero en la introducción de clases on-line, para que ni los enfermos tengan excusa para perdérselas, y los programas de enseñanza llevan la e- de electrónico.

En Corea del Sur la figura del profesor es reverenciada. En clase no se discuten sus directrices. Mucho menos se le insulta o golpea. Los casos de bullying, a diferencia de lo que sucede en China y Japón, son todavía una rareza. Todo el país está volcado en el estudio, y la mejor prueba de este respeto es lo que sucede durante el día en el que se celebra la selectividad.

Las oficinas, e incluso la Bolsa, abren una hora más tarde para que las calles estén despejadas y se da prioridad al transporte escolar. Y para que ningún ruido los distraiga, el resto de los estudiantes tienen el día libre y, cuando llega el momento de las pruebas en las que es necesario escuchar grabaciones, se detiene hasta el tráfico aéreo. Los aviones procedentes de otros países se ven obligados a dar vueltas a 10.000 pies de altura.

Los test, en el periódico

Cuando termina el examen, a eso de las seis de la tarde, las ediciones vespertinas de los diarios publican las preguntas y respuestas de los test.

Los templos hacen su agosto en vísperas del gran examen. Independientemente de la religión a la que acojan, casi todos organizan oraciones extras y algunos, como el templo budista, piden a los padres que se arrodillen 3.000 veces a lo largo de la noche previa. Claro que cuando el futuro de un hijo está entre manos, y sobre todo si se ha pedido un préstamo que podría llevar a la familia a la bancarrota, cualquier esfuerzo para conseguir el éxito es poco.