Descubren que no fue Colón quien trajo la sífilis a Europa

Imanol Allende LONDRES/LA VOZ.

SOCIEDAD

Una investigación británica halla en cuerpos del siglo XIII la enfermedad, que formó parte de la leyenda negra de España

26 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Durante más de quinientos años, los británicos han acusado de manera infundada y visceral a Cristóbal Colón, en concreto a su tripulación de las tres carabelas, por traer a Europa en 1493, además de noticias de un Nuevo Mundo, la sífilis, una enfermedad venérea que hasta el siglo pasado podía ser mortal.

Pues bien, ayer los británicos tuvieron que aceptar que estaban equivocados y que la sífilis ya existía en Europa al menos doscientos años antes de que los marineros de Colón regresaran a Europa con granos de café, cacao y un puñado de marineros contagiados de la bacteria mortal Treponema pallidum. La exhumación de varios esqueletos del cementerio de Saint Mary Spital, en el este de Londres, y el posterior estudio de los cráneos y huesos, ha demostrado que dos de los esqueletos con trazas de la enfermedad datan de entre 1200 y 1250, mientras que los otros cinco son de entre 1250 y 1400. Los cuerpos fueron enterrados con monedas y otros objetos que han ayudado a los investigadores a obtener, con ayuda del radiocarbono 14, una fecha aproximada de su defunción.

Brian Connell, osteólogo del Museo de Londres, señala: «Estamos seguros de que Colón no tuvo nada que ver con la aparición de la sífilis en Europa», y agrega que «o el análisis efectuado con ayuda del radiocarbono no era lo suficientemente preciso o el diagnóstico de sífilis no estaba tan claro. Pero este descubrimiento pone fin a la teoría de que Colón fue quien importó la sífilis».

Un niño muy enfermo

Las muestras estudiadas incluyen el cráneo de un niño que heredó de la madre esa enfermedad venérea, un trastorno que le produjo tales lesiones en la cabeza que dejó profundas marcas en la parte izquierda de la frente. Según los análisis forenses, los enfermos debieron de sufrir enormes dolores. El niño, de unos diez años, estaba seguramente ciego, calvo y sus dientes formaban un ángulo de 45 agrados con respecto a la mandíbula.

Además, la enfermedad dañaba de manera irreversible el corazón y el cerebro -pudiendo conducir al enfermo a la locura-, los ojos y también los huesos. En un tiempo en el que aún tendrían que pasar varios siglos para descubrirse el antibiótico -el verdadero remedio contra esta dolencia-, sus consecuencias solían ser fatales y se extendía con enorme rapidez, sobre todo su variante por contagio sexual.

A pesar de que los primeros casos documentados se produjeron a los tres años del primer viaje de Colón al Nuevo Mundo, y de las acusaciones de los británicos -era pura envidia entre imperios enemigos en la Europa de aquellos años-, en España y en otros países europeos también se llamó a esta enfermedad el mal francés, napolitano o veneciano. Pero desde que se ha sabido que fueron los vikingos los primeros en llegar a las costas de América, nadie ha indicado que pudieran haber sido ellos los portadores de la bacteria. En ese caso se trataría del mal vikingo.