La cocina de O Pote, en Cangas, ya no cuece para Julio Iglesias

Nacho Mirás CANGAS/LA VOZ.

SOCIEDAD

El local donde el cantante probó sus primeras nécoras fue después una tienda de deportes y ahora está en obras

20 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando Rosario de la Cueva llegaba a Cangas, hasta el mar se paraba. «Era como se viñese Gilda, con aquelas pamelas... ¡Que muller!». Así recuerda a la madre de Julio Iglesias Moisés Loeda, visiño do Morraso. Cualquiera que lleve en Cangas más de medio siglo tiene algo que contar de los veraneos de una familia que no pasaba desapercibida. A papuchi lo veían poco. «El viña, deixaba aquí á muller e aos nenos e marchaba para Portonovo», cuentan. El propio cantante recordaba hace unos días en estas mismas páginas un lugar que, para su familia, era una especie de templo, el bar O Pote, donde Iglesias degustó sus primeras nécoras.

¿Y qué fue de O Pote? Pues, como todo lo bueno, se acabó. Ubicado en la avenida de Bueu, y con entrada también por Méndez Núñez, el bar que regentaba Juan Bermúdez Bamio fue un clásico gastronómico. El local está ahora en obras y, antes de la reforma, fue una tienda de deportes. Pero todo el mundo se acuerda de O Pote en Cangas y todo el mundo lo relaciona con Julio Iglesias y con su familia. Tenía el comedor en un edificio y la cocina en el contiguo, justo en la planta baja del inmueble que hoy ocupa otro negocio. «Tampouco creas que era un local de categoría -explica Jesús Fernández Soliño-, cociñaban ben, tiñan cousa fresca e colleron fama e bos clientes».

La casa de Lola Barreiro está enfrente del antiguo O Pote, por la parte de Méndez Núñez. Moisés cuenta que, hasta que Juan Bermúdez se pasó a la cocina industrial, las mariscadas del bar se cocían sobre una trepia.

Moisés saca pecho por encontrar la oportunidad de contar, en plena calle, cómo un día le partió la cara al hombre -entonces niño- que llegaría a vender casi trescientos millones de discos: «El estaba nunha chalana de ir aos polbos, que era dun tío meu. Estando en seco, o rapas andaba a saltar no fondo e eu díxenlle que saíse, porque podía desfondala. E non me fasía caso, así que lle din un sopapo. ¡Dinlle un sopapo a Julio Iglesias! Entón el saltou da chalana, janchou o pantalón no tolete onde se mete o remo e fixo do pantalón unha saia». ¡Setesaias!, chamábamoslle».

La playa de Rodeira no era el hormiguero de ahora. Por eso los paseos de Gilda y de sus hijos Carlos y Julio, la jet-set de Cangas, daban tanto juego. «Eu vivía onde está o Eroski -cuenta Lola- e eles, frente. Os nenos paresían xemelgos, pero Julito era un escachado, nunca levaba un tirante ben posto». Moisés y Lola recuerdan la selecta clientela de O Pote: «Había un cura que lle chamaban don Perpetuo; o irmán, don Salvador; nesa palmera fasíanse festas con jaiteiros... ¡Cada baile!». Tanto paladean el recuerdo que a uno le parece estar leyendo a Bernardino Graña mientras las nécoras hierven sobre la trepia para darle gusto, ¡hey!, a Julito el escachado.