Gracias a los volcanes seguimos vivos

SOCIEDAD

El movimiento de la tectónica de placas, aunque provoca desastres naturales de modo regular, es lo que ha contribuido a formar la atmósfera y los océanos

18 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El volcán islandés Eyjafjalla es solo el comienzo de una larga cadena volcánica activa desde hace 200 millones de años que tiene 15.000 kilómetros de largo y que divide en dos de norte a sur el océano Atlántico.

Como ocurrió con la ola de frío coincidente con la Conferencia del Clima de Copenhague en diciembre del 2009, o después con los sismos de Haití, Chile, China, etcétera, mientras los diminutos humanos se dedican a mirarse el ombligo pensando en cómo controlar la Tierra, un volcán nos pone en ridículo demostrando que ni somos capaces de controlar la Tierra ni tampoco el clima.

Los miles de viajeros secuestrados en los aeropuertos, el caos por los vuelos cancelados, los perjudicados en sus planes de fin de semana supongo que ni soñarán que Islandia, propietaria del Eyjafjalla, se haga cargo de los gastos del botellón de su volcán. Podríamos pensar que es una desgracia la salida de tono del Eyjafjalla, pero nos equivocaríamos. Si no hubiera tectónica de placas -que es como decir si no hubiera volcanes, terremotos, nubes de cenizas-, no podríamos vivir en la Tierra.

Planeta frío

Con un planeta frío sin volcanes ni seísmos, el flujo constante de agua que sale desde el interior de la Tierra hacia su superficie se habría detenido y esa gota de agua, una esfera de 300 kilómetros de diámetro en la que caben todos nuestros inmensos océanos, habría desaparecido.

Y sin atmósfera ni hidrosfera el planeta azul sería un planeta rojo muy parecido a Marte, donde lo único que circula es el viento y la arena que este mueve. Un inmenso desierto sin vida. De manera que aunque el Eyjafjalla nos haya estropeado un fin de semana exótico conseguido con un asombroso billete de último minuto a 20 euros debemos estar agradecidos porque, gracias a él, seguimos vivos.

Miles de fisuras

Tal vez debiéramos pensar en cómo se han arreglado los islandeses para vivir en un país tan poco civilizado que de pronto se despierta con sus glaciares fundidos y una columna de humo que mancha la atmósfera del hemisferio norte. Primero aceptan lo irremediable y luego, en vez de ponerse a viajar como locos o a protestar porque no viajan, se meten en casa y esperan.

Deberíamos pensar en lo que ocurrió en la Tierra hace 200 millones de años cuando Pangea, el megacontinente formado por la unión de todos los actuales, comenzó a romperse y de las decenas de miles de kilómetros de fisuras salieron, como ahora lo han hecho, desde un solo punto, el cráter del Eyjafjalla, los mismos gases que ahora. Evidentemente, estamos aquí, la Tierra sobrevivió y los seres vivos con ella. Aunque nos parezca irritante no hay otra cosa que hacer que seguir las consignas de Renfe: «Papá ven en tren».