Solo el 10% de las playas gallegas son aptas para ir en silla de ruedas

Óscar Veloso

SOCIEDAD

Faltan aparcamientos acondicionados, sillas anfibias para el baño y personal cualificado de apoyo

22 jul 2009 . Actualizado a las 09:11 h.

«Queda moito por facer en Galicia para que as persoas con discapacidade poidamos disfrutar da praia en igualdade de condicións que o resto da cidadanía», asegura Ángel Holguera, presidente de la Federación Provincial de Minusválidos de Pontevedra y asiduo bañista de las playas del sur de la comunidad. Holguera tiene 39 años y padece una parálisis cerebral que lo obliga a desplazarse en silla de ruedas. Sabe que solo un 15% de los 772 arenales con los que cuenta el litoral gallego -aquellos que gozan del distintivo bandera azul- garantizan unas condiciones mínimas de accesibilidad, un número que disminuye hasta menos del 10% si se analizan aquellas playas que reúnen unas condiciones de accesibilidad óptimas.

Accebilidad bajo mínimos

En la presente temporada estival ascienden a 119 los arenales gallegos que cuentan en su haber con una bandera azul, un galardón que asegura a los bañistas con movilidad reducida disponer, al menos, de accesos fáciles y señalizados a la playa, párkings adaptados y personal de socorrismo. «Algunas playas no tienen bandera azul precisamente porque no reúnen las condiciones mínimas de accesibilidad», asegura José Palacios, vicepresidente de Adeac, la organización que otorga las banderas azules. Sin embargo, estos requisitos mínimos no son, ni de lejos, los ideales aconsejados por esta misma asociación, como pueden ser disponer de sillas y muletas anfibias (mecanismos indispensables para el baño), de un sistema de boyas de seguridad o de personal formado específicamente para atender a las personas con diversidad funcional.

Lejos de estas recomendaciones, en la actualidad son los propios socorristas los que cubren «como pueden» esta necesidad. Sin embargo, «no todas las transferencias son sencillas, y solo el personal formado debería mover a las personas con discapacidad», explica Alejandro Coello, responsable de accesibilidad de la Confederación Galega de Minusválidos (Cogami). Además, según Coello, no todas las playas disponen de personal de socorrismo y solo aquellas con un aforo más amplio lo tienen. «Lo ideal sería que el servicio de baño que ofrecen los socorristas a los discapacitados fuera más profesionalizado», afirman en la misma línea desde Adeac.

Problemas más frecuentes

Como presidente de la Federación de Minusválidos de Pontevedra, Ángel Holguera recibe a menudo las preocupaciones de todos los que integran su colectivo; como bañista con discapacidad, sufre en primera persona todas las trabas que se interponen en su camino, falta de pasarelas hacia el mar, aseos inutilizables o escasez de personal de apoyo son algunos de los problemas más habituales.

Mientras unos arenales brillan con luz propia por su acondicionamiento, otros se encuentran sumidos en la más profunda oscuridad. Ocurre a menudo que las playas que son accesibles están en un «entorno que no lo es», es decir, tienen rampa de acceso pero no por ejemplo, párking adaptado, señalización correcta, aceras rebajadas en las proximidades, transporte público accesible hasta el arenal y un sinfín de detalles de los que solo parecen darse cuenta las personas destinadas a convivir con la discapacidad. «Lo que no se puede tolerar es poner una rampa de cara a la galería simplemente para quedar bien, sin mejorar el entorno», afirman desde Cogami. «Hoy se prima la parte arquitectónica, pero se descuidan los medios técnicos y humanos», aseguran. La accesibilidad, lejos de ser un capricho por competir por un galardón, es una necesidad de primer orden para garantizar la integración de todas las personas. A pesar de los avances de los últimos años, lo cierto es que la discapacidad, en pleno siglo XXI, sigue siendo en ocasiones sinónimo de desigualdad.