«Se alquila sofá»: una historia real

EFE

SOCIEDAD

Marta, una mujer ecuatoriana de 50 años, tiene que pagar mensualmente 900 euros por el alquiler de un piso de 60 metros y dos dormitorios.

26 feb 2009 . Actualizado a las 17:27 h.

«Se alquila sofá-cama. Chico o chica». Es el texto de un anuncio que la necesidad de unos y el abuso de otros han pegado en una farola de un parque de Prosperidad, un barrio de la parte norte del centro de Madrid.

El sofá está en la entrada de un piso de unos 60 metros cuadrados propiedad de un español, dueño de las otras 23 viviendas que integran un viejo inmueble, situado cerca de edificios representativos como el Auditorio Nacional de Música y el Museo de la Ciudad.

Marta, una mujer ecuatoriana de 50 años, tiene que pagar mensualmente 900 euros por el alquiler de ese piso, distribuido en dos habitaciones, cocina, cuarto de baño y un pequeño «hall» de entrada, donde está el sillón.

«Hace cinco años, cuando alquilé este departamento, las cosas iban mejor. Trabajo en una casa desde las 9 de la mañana hasta las cinco de la tarde, me pagan 500 euros y de ahí tengo que enviar algo para mis tres hijas en Ecuador», ha explicado a EFE la mujer, que un día decidió sacar un dinero extra alquilando un sofá-cama en el recibidor.

«Es para una persona y cuesta 150 euros al mes. Nos da igual chico o chica. Al lado tiene un pequeño sitio donde poner la ropa.

También tiene cerca una tele», ha detallado.

Divorciada y con tres hijas en su país, Marta comparte vida y habitación con Vasko, un búlgaro, de 40 años. El resto del piso lo realquila a Vasili, un rumano de 52, y a Graciela, una paraguaya de 49.

Las naciones unidas en sesenta metros cuadrados.

En la «salita», como lo llama la mujer, se puede dormir a cualquier hora y no hay problema alguno para la persona que lo ocupe. «Somos gente tranquila y no hacemos ruido en casa».

Habla de una experiencia previa. Hasta hace seis meses, el sofá-cama lo habitaba un marroquí. «Creo que era montador de 'pladur' (placas de yeso), pero como la cosas le empezaron a ir mal, se marchó y lo dejó libre».

Vasko, que trabajó en la construcción y ahora no encuentra nada, tiene dos hijas en Bulgaria. «La mayor de 21 y la pequeña de 13.

Allí las cosas están peor. No puedo volver.»

En casa limpia un poco, se aburre mucho, y espera a Marta. Sale poco a la calle porque no tiene dinero y hace frío. «Me gusta ver la tele, lo que más 'Escenas de matrimonio'», un serial que parodia situaciones cotidianas de tres parejas.

Los cuatro inquilinos de esta vivienda forman parte de los 5,2 millones de extranjeros que hay en España y que representan más del diez por ciento de la población, según el último censo del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Entre los posibles interesados en el anuncio «Se alquila sofá-cama» es improbable que esté el millonario francés Philippe Segalot, que acaba de comprar un sillón: el preferido del diseñador de moda Yves Saint Laurent y ha pagado por él 21,9 millones de euros.

Situaciones como las de esta ecuatoriana y sus realquilados recuerdan tiempos pasados de la postguerra española, en los que varias familias se apiñaban en pisos para poder afrontar las necesidades diarias de la vida.

Marta, uno de los 142.109 ecuatorianos censados en Madrid, Vasko, Vasili y Graciela conforman uno de esos grupos humanos tan bien reflejados en películas españolas de los años 50 como «El pisito», dirigida por Marco Ferreri, o «El verdugo», de Luis García Berlanga.