Hawking abrió en Santiago las puertas escondidas del universo

CIENCIA

El científico culminó una semana «emocionante» recibiendo el premio Fonseca de divulgación científica

28 sep 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Lo decía el rector compostelano, Senén Barro, antes de entregar el primer premio Fonseca a una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo: «Gracias, profesor Stephen Hawking, por darnos una magistral lección de vida».

Saliendo de un agujero negro fue el título de la conferencia con la que el científico británico puso el colofón a una semana «exciting» (emocionante) ante más de dos mil personas que guardaron cola dos horas antes de que se abrieran las puertas del Pazo de Congresos de Santiago. Subtitulado en gallego en una pantalla gigante, y hablando a través del módulo de voz con el que Hawking se comunica con el mundo, el científico consiguió meter al público, directamente, en el centro de uno de los misterios más inquietantes del universo, los agujeros negros.

«Nunca se hizo más cierto eso de que la realidad supera a la ficción que en los agujeros negros», dijo Hawking después del capítulo de agradecimientos a quienes hicieron posible que pudiese estar en Santiago, como los profesores Jorge Mira y José Edelstein. Y recordó una película de Disney de los setenta en la que una nave espacial tenía la misión de investigar un agujero negro. «No era muy buena, pero el final era interesante», añadió. En ese final, después de un tiempo orbitando, un científico decidía meterse dentro y emergía a un nuevo universo.

El profesor Hawking explicó que la idea de los agujeros negros rondó a los científicos desde hace doscientos años, desde que, en 1783, John Michell hablase de «estrellas oscuras», con un campo gravitacional tan intenso que ni la luz podría escaparse. El marqués de Laplace contempló también la idea, aunque finalmente la desechó. La teoría de la relatividad de Einstein supuso un nuevo paso en esa posibilidad, al plantear que el tiempo y el espacio dejaban de ser entidades separadas.

El sentido del humor de Hawking brilló durante la lección magistral en varias ocasiones, como cuando dijo que los franceses encontraron obsceno el nombre agujero negro, acuñado por John Wheeler, pero que acabaron rindiéndose porque, dijo el científico: «¿Quién puede resistirse a un nombre así?». O cuando afirmó que a un agujero negro se podrían echar «hasta los amigos más indeseables» o que cruzar uno de estos sería «como pasar las cataratas del Niágara en una canoa».