«Aquí le pones cara a las tragedias, a gente que lo perdió todo»

SOCIEDAD

El Salvador es el cuarto destino de Javier, embarcado en una tarea que le apasiona

13 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Un viaje a Colombia cuando sumaba apenas 23 años fue su bautizo. «Ahí me enganchó el mundo de la cooperación y el país, que era y es muy especial», relata Javier Manteiga, quien hoy, en la treintena larga, ha pasado por varios lugares de Centroamérica, siempre con la Cruz Roja y siempre con un objetivo en mente, el que, recuerda, le inculcaron sus padres: «Ayudar a los demás sin pretender nada a cambio». «La cooperación -continúa- hay que creérsela por convicción, por entusiasmo y dignidad de las personas a las que ayudamos».

Son esos los principios que lo llevaron primero a Colombia y luego a Guatemala, a Honduras y ahora a El Salvador, donde es delegado de unas de las mayores organizaciones de ayuda humanitaria del planeta, la Cruz Roja. En todos esos destinos, dice, ha aprendido algo muy valioso: «Debajo de las casas inundadas que salen en las fotos de los periódicos o por televisión hay mucho más que pérdidas materiales». Los ya 13 años que lleva vinculado a la ayuda internacional le han valido para «ponerle cara a las tragedias, a la gente que lo ha perdido todo; por ejemplo, en un desastre natural. Te acercas a una realidad que no se ve y que debemos transmitir». Lo pudo comprobar en Guatemala tras el paso del huracán Mitch .

Ahora, en El Salvador, asegura que la balanza entre las satisfacciones y los momentos agrios se inclina sin duda hacia el primer lado. «¡Imagina cuántas cosas debe de haber buenas para que me siga compensando dedicarme a esto!», exclama. Su mujer, Lorena, y su familia en Galicia son los la que a veces tuercen el gesto ante esa querencia de Javier por la cooperación.

Pero él se mantiene por momentos, como el que recientemente vivió en El Tihuilotal, con un proyecto para llevar canalizaciones de agua a 450 personas que hasta entonces tenían que desplazarse a una fuente para obtener el líquido. «Lo mejor es cuando cualquier persona te dice que le has cambiado la vida y te da las gracias».

Dice que con su trabajo le gustaría cambiar «muchas cosas». Pero, admite, no hay varita mágica que valga. «Pongo todo lo que tengo como persona para contribuir a promover los cambios», apostilla. Su tarea consiste, precisamente, en averiguar cómo se puede influir para acabar con determinadas situaciones. «El éxito -continúa- no está solo en construir casas, sino en conseguir que ese proyecto sea sostenible bajo la cultura del país y sus estilos de vida, que queden estructuras bien sólidas y conformadas para que esa iniciativa dure por lo menos 20 o 25 años». Ver cómo todo ello se va materializando, pese a las dificultades, es lo que le permite decir con orgullo que se lleva satisfacciones personales a diario, «desde que te levantas hasta que te acuestas». Aunque también toquen momentos malos, como recordar a «la cantidad de gente, conocidos, trabajadores, o amigos que haces en el exterior y que se van quedando en el camino, por la delincuencia, las enfermedades o la guerra». Por todo aquello que no le gusta «nada de nada».