Un Caribe con su cara y su cruz

SOCIEDAD

«Sabía que vería dos mundos», relata Irene Torrado, quien a través de un plan ?de mejora ambiental y social descubre la República Dominicana menos turística

29 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Hablar de medio ambiente en la República Dominicana no es solo una cuestión de conservación. Puede, a la postre, resultar un tema de supervivencia. Es uno de los países que con más virulencia sufren tornados y fuertes tormentas y la propia ONU, en algunas de sus alertas meteorológicas, ya ha puesto esa zona del Caribe, pegada a Haití, en su punto de mira. «En los tres primeros meses de estancia, me tocó vivir dos tormentas tropicales. Ves cómo cae agua durante horas y piensas en la gente que vive en las laderas, en chabolas de hojalata y cartón? Y el desastre no cesa cuando deja de llover». Así lo relata Irene Torrado, que va a cumplir en Santo Domingo su décimo mes en una isla paradisíaca, pero que tiene su cara b, la que no sale en los catálogos de las agencias de viaje.

Irene trabaja para tratar de minimizar todo ello. Participa en un programa de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (Aecid) vinculado a la protección del medio ambiente. Se trata de algo poco común. Pero eso también es ayuda a los países pobres, aunque casi siempre se asocie la imagen del cooperante a desastres humanos. El programa Aucaria en el que participa se centra en la implantación de un sistema de información geográfica para una reserva de la biosfera de la Unesco, la de Jaragua-Bahondo-Erniquillo.

El plan apoya al personal local en formación, equipamiento, logística? para la conservación de espacios naturales, un buen termómetro para frenar el impacto de ese cambio climático. «Tratamos de enseñar a aprovechar esas zonas como foco de riqueza con un uso moderado, una gestión correcta y el turismo ecológico, para que así se beneficien de una forma sostenible», explica Irene.

Un trabajo duro

«No cualquiera vale para realizar un trabajo así», avisa esta cooperante. Sobre todo, por la carga emocional que se lleva a la espalda: «Tienes que ser muy fuerte para poder ver en tu trabajo cómo sufre mucha gente y luego volver a tu casa por la noche y poder dormir tranquila con el aire acondicionado». Ella lo cuenta: «El día a día del país es duro. Si llueve mucho, se echan a perder las cosechas y, si no llueve, también. Los niños pasan hambre, no tienen una sanidad ni colegio. Hay gente sin agua potable ni luz que come una vez al día, arroz».