La sanidad pública operó a 500 personas de rubor facial

R. R.

SOCIEDAD

25 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«¡Hola! ¿Yo a ti te conozco?», «¿Puede levantarse, por favor?» o «¿Puede salir al encerado y resolver el problema?». Ninguna de estas tres preguntas encierra un arma de doble filo, son totalmente inocentes. Pero no para todas las personas. A algunas, solo por el mero hecho de sentirse protagonistas durante unos mínimos, segundos les sobreviene un súbito enrojecimiento facial. Es como si una ola de calor les subiera desde el pecho hasta la cara sin que puedan hacer nada por evitarlo. Y, si lo intentan, es peor: el rubor va en aumento.

Estos síntomas tienen un nombre: ereutrofobia o miedo a enrojecer. O, si se prefiere, rubor facial o brushing , un problema de escasa incidencia, que afecta en torno al 1,5% de la población, pero azota psicológicamente a quien lo padece. «No es un problema psicológico, pero que machaca psicológicamente a quien lo sufre, que tiene una estima muy baja que le puede llegar a generar fobia social. Rehúyen la gente porque saben que ante cualquier mínima duda que les plantee se van a poner rojos», explica el médico y cirujano José Revuelta, que desde su clínica Montpellier de Zaragoza ha operado a más de 400 pacientes de este síndrome, incluidos los gallegos que se desplazan a la ciudad maña para tratarse.

El problema tiene solución. Desde hace unos años la más efectiva es una sencilla operación quirúrgica, que entraña una recuperación de un día, en la que se corta mediante cirugía endoscópica un ganglio conectado al nervio simpático, el que pone en alerta a los pacientes que padecen el síndrome ante una mínima situación comprometida.

La técnica que permite la intervención de forma menos agresiva es la videotoracoscopia, que ha revolucionado la forma de desconectar la inervación simpática de forma selectiva para frenar el sonrojo. Algunos hospitales públicos también realizan operaciones para tratar el rubor social, como es el caso de los centros barceloneses Clínico y Bellvitge, que iniciaron este tipo de intervenciones en el año 1995. En España se han sometido a cirugía en los hospitales públicos para superar este síndrome algo más de quinientas personas, cifra que es muy superior si se incluyen los que acuden a clínicas privadas.

Desesperación

«El rubor surge bruscamente, de manera inconsciente, ya que estas personas, solo de pensar lo que les puede pasar, se ponen rojas. Eso crea un estado de incomodidad y una conducta de aislamiento que puede derivar en estados de ansiedad y en fobia social», según ha explicado a la agencia Efe el doctor Marco Antonio Callejas, del servicio de cirugía torácica del Hospital Clínico de Barcelona. Y es que la situación llega a ser desesperada. «Una vez atendí a uno que me dijo que si no lo operaba podía acabar suicidándose», relata Joan Moya, jefe del servicio de cirugía torácica del hospital Bellvitge.