Perú, segunda oportunidad

SOCIEDAD

A Lorena no le amedrentó el terremoto que vivió en Lima durante su primera salida como cooperante. Ha regresado. «Ese viaje fue lo mejor que he hecho en mi vida»

15 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Hay una errónea concepción desde los países ricos que entiende la cooperación internacional como una suerte de asistencia benéfica a unos ciudadanos que no saben valerse por sí mismos. Hay también un patrón común entre aquellos que optan por dejarse unos buenos años de su vida trabajando en la cooperación sobre el terreno: comprobar que la imagen de esas regiones pobres, cultivada incluso desde los Gobiernos, efectivamente no se corresponde con la realidad. «Lo que más cuesta es tomar la decisión de irte a uno de esos países, por todos los prejuicios y la errónea concepción que se tenemos de ellos», corrobora Lorena Peillet, que cumplirá en agosto 26 años en Perú. Ya celebró los 25 en ese mismo país, en su primera salida al Sur, en un mes que no se le borra de la cabeza por el terremoto que vivió el país: «Fue un susto tremendo, una sensación de impotencia, te sientes tremendamente vulnerable».

El temblor de tierra es la anécdota. Porque ella repite que aquel primer viaje a Perú fue una catarsis. «Me cambió totalmente mi percepción de la vida, es un país hermosísimo, con una riqueza y posibilidades de desarrollo enormes, pero en sus comunidades costeras, andinas y selváticas hay pobreza y una enorme desigualdad».

Aquella primera experiencia se centró en Lima a instancias de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo y de la Xunta, primero en un proyecto de apoyo a la pesca artesanal y luego como asesora para las oenegés españolas desplazadas a la zona, preparando viajes, comprobando los gastos, identificando nuevos proyectos?

Ahora, en su segunda oportunidad en Perú, ha descubierto también la cara y la cruz en el mismo país, esos mismos prejuicios que veía desde el Norte. «Piura, donde me encuentro ahora, es muy diferente a Lima. Lima es un mundo aparte, sus ciudadanos desconocen la realidad del país, hablan de la población de la sierra y de la selva como si vivieran en otro mundo, existen una discriminación y un racismo enormes».

Agricultura y ganadería

Ella está ahora en esa sierra y en esa selva. En el primer territorio trabaja, en una iniciativa de la Dirección Xeral de Cooperación Internacional, en la mejora de programas de agricultura y ganadería, introduciendo cultivos como la uva, el plátano o el mango, y razas mejoradas de caprino, ovino y vacuno. El segundo territorio está junto a un subafluente del Amazonas, donde una congregación religiosa, las Siervas de San José, lleva operando 40 años con las comunidades indígenas awajun y wampis, de la familia de los jíbaros. «Esa gente vive en unas condiciones de extrema pobreza», relata. Hay un alto índice de analfabetismo y desnutrición, servicios precarios y apenas puestos médicos. Su tarea, cuando el Estado peruano ha dimitido de su responsabilidad, ha de repartirse entre la educación en igualdad, en técnicas agrícolas, en desarrollo productivo de la región?

Llegar hasta donde están esas comunidades es harto complicado. No es la única dificultad. Y las hay de más complejo cambio: «En Perú, a pesar de su crecimiento económico, las políticas sociales apenas existen, está pendiente el respeto a los derechos humanos, se atiende solo a los intereses de los más privilegiados mientras la población se mantiene callada y luchando por su supervivencia diaria».

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