La falta de higiene con la basura mata a millón y medio de niños al año

Colpisa

SOCIEDAD

Los omnipresentes desechos confirman la necesidad de instaurar el 2008 como Año del Saneamiento.

17 dic 2007 . Actualizado a las 10:10 h.

Basura y vehículos descacharrados se acumulan a ambos lados de las carreteras senegalesas, como un símbolo de las «averías de la pobreza» en el continente africano que no consiguen reparar los talleres mecánicos que pueblan la ruta. Igual que los desperdicios que se alinean durante kilómetros junto al asfalto, al lado de un lago o a la misma orilla del mar, los coches acaban abandonados en cualquier lugar, atrapados incluso en medio de rotondas que se construyeron más tarde sin que nadie se molestara en darles «sepultura oficial» en algún cementerio de automóviles.

Hay mucha vida en África Occidental, como demuestra la ebullición humana del interminable «mercadillo viario» en el que mucha gente se asegura la subsistencia a golpe de intercambios comerciales. Pero está amenazada por la contaminación, la suciedad y la falta de higiene, que emborronan hasta los más bellos paisajes. Y no es sólo cuestión de estética. Es, como han advertido las Naciones Unidas al declarar 2008 como Año Internacional del Saneamiento, cuestión de vida o muerte: 2.600 millones de personas no tienen instalaciones de saneamiento adecuadas, y 1,5 millones de niños fallecen anualmente en el mundo por falta de agua potable, retretes y condiciones higiénicas saludables.

El escenario africano, en el que no faltan «ríos fecales» que atraviesan poblaciones, resulta por momentos desolador. No hay mirada que no se tope con un montón de basura o un charco de aguas sucias. «A la gente no le gusta hablar de ello», advierte desde la ONG británica WaterAid su jefa ejecutiva Bárbara Frost, «y eso lo convierte en el Objetivo de Desarrollo del Milenio más descuidado».

Máxime cuando, como recalca Unicef, la mejora del saneamiento permitiría reducir un tercio la mortalidad por diarreas de los más pequeños, y otro tercio más si se promovieran hábitos tan sencillos como lavarse las manos. El propio organismo de infancia de la ONU señala que bastaría una inversión anual de 7.000 millones de euros para reducir a la mitad en 2015 las personas sin saneamiento y para conseguir que todo el mundo lo tenga en un máximo de dos décadas. Ese dinero no llega al 1% del presupuesto militar mundial en 2005, equivale a un tercio del consumo anual de agua embotellada y es igual al gasto europeo en helados. Cifras para el sonrojo del mundo rico y de los grandes planificadores de la ayuda al desarrollo.

Pero hace falta más que dinero para resolver ese enorme problema. Como apunta desde su poblado senegalés de Backombel la vicepresidenta de la ONG española Por una Sonrisa en África, Asunción Fiochi, mucha gente «lleva viviendo en medio del polvo toda la vida», y necesita acostumbrarse a «construir casas de cemento, canalizar las aguas» e incluir, en suma, el saneamiento en sus hábitos cotidianos. A Montse Bosch, técnica de Proyectos de Barcelona Acción Solidaria y coordinadora de la Caravana Solidaria a África Occidental, tal misión le parece perfectamente posible tras la experiencia de su organización para la recogida de basura en Nuadibú, la capital económica de Mauritania. «Todo funciona mejor si se aprovecha el trabajo iniciado en el propio país», remacha.

Las autoridades, cuenta Bosch, «nos invitaron a ver lo que estaban haciendo desde hace dos años en las afueras de la capital», donde se habían habilitado «neveras vacías para dejar allí la basura». Lo importante no era tanto el sistema como la costumbre de acudir a depositar los residuos hogareños. Era un camino recorrido para la inicial campaña de sensibilización en Nuadibú, donde se trata de ir creando hábitos, primero para meter la basura en bolsas y después para llevarlas a un sitio de recogida. El proyecto, que incluye cien contenedores y tres camiones, ha arrancado de forma experimental en el barrio más pobre para, si funciona bien, extenderlo al resto de la ciudad.