«Apenas hai onde aparcar»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El ex directivo del comercio destaca la batalla peatonal como un hito

17 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Vicente nació en la rúa Santa Cristina, en el mismo casco viejo en el que ostenta, junto a su mujer María del Carmen, dos tiendas de ropa. No olvida, de su edad infantil, los balonazos en las canchas de A Quintana o San Martiño. «Agora no casco vello vense outras cousas, non nenos xogando», añora. Era un centro histórico en el que habitaban 22.000 personas, «non as cinco mil de agora». Un casco viejo en donde ve ventanas de PVC en monumentos que no se le admiten a los particulares. Y en donde observa un tejado de aluminio en el antiguo edificio del Banco de España que «está fóra de tempo».

En su etapa de estudiante de Económicas y Derecho, vivió una convulsa época universitaria poblada de «grises» y jalonada de huelgas y asambleas. Vicente recuerda el crítico momento de la muerte de un estudiante por disparos de la policía.

El curso del tiempo le llevaría a verse rodeado de telas, pero antes vivió rodeado de dibujos. Empezó publicándolos en El Correo Gallego para hacerlo enseguida en La Voz de Galicia. Durante unos años, antes y después de la transición democrática, el nombre de Fuco circuló por toda la comunidad a lomos de las viñetas que publicaba en este medio en gallego. La venta de ropa no le ha hecho perder su vocación. «Sempre me gustou dibuxar», resalta.

Cantigas e Agarimos se cruzó en su vida y vivió una bonita etapa como directivo de esta agrupación. El momento más vibrante y glorioso de la historia de Cantigas fue la puesta en escena en de Os Vellos non deben de namorarse, con una Quintana abarrotada y numerosos galleguistas históricos aplaudiendo: «Foi o primeiro acto reivindicativo da galeguidade despois da guerra». El director de la obra era su padre Rodolfo López Veiga.

En la representación había dos papeles para niños: «Eu ensaiei na casa por se fallaba un dos nenos. Metérenome de suplente. Por sorte non foi necesaria a miña presencia».

Vicente fue siempre un comerciante comprometido, y como directivo de Acotes formó parte de aquella coordinadora vecinal y empresarial que se embarcó en una lucha sin cuartel contra la peatonalización en el casco viejo en 1992. No se oponía a peatonalizar, pero sí sin alternativas de aparcamientos. La pelea con el Concello fue dura, pero hasta en las trifulcas nace algo sólido: «Desas discusións quedoume unha boa amistade cos membros da Coordenadora, pero tamén con Buergo e Bugallo». Para López Veiga, el episodio peatonal ya es efeméride: «Non se recorda un movemento veciñal tan importante na historia moderna de Santiago».

Virxe da Cerca

Aunque la circulación se restringió, la pugna acarreó logros: un aparcamiento en La Salle y el fin del corte de A Virxe da Cerca. Este último éxito, no obstante, baila cada dos por tres en la cuerda floja: «Non se pode impedir que os coches cheguen á Virxe da Cerca. O corte notouse moito no comercio e na Praza. Pódese aliviar o exceso de tráfico, pero non cortar a vía».

El párking que no llegó fue el del Mercado de Abastos. «Eu falei co fillo de Vaquero Palacios, o arquitecto da Praza, e este a súa vez falou co seu pai, daquela nonaxenario, que dixo que non había ningún problema para o párking porque aquilo era un recheo». Pero, de aparecer algún vestigio, «bendito sexa, porque estaría aí séculos soterrado».

Las grandes superficies y la libertad de comercio son las peores pesadillas para los tenderos. La libertad total se implantó en Madrid: «Esperanza Aguirre dise moi relixiosa, pero non respeta o descanso dominical que tanto reclama a Igrexa». Vicente pide que no cunda el ejemplo. Siempre hay orejas puestas en San Caetano.

«Hai dúas persoas que fixeron moito pola cultura e o teatro de Galicia e son composteláns: Rodolfo lópez Veiga e Agustín Magán. Creo que alguén debía reividicar para eles o nome dunha rúa». La propuesta de Vicente está ahí. ¿Tendrá amparo?

Mientras esta charla se desarrolla, se han ido varias camisas de su tienda de Cervantes. Vicente está más centrado en su negocio. Acaba de dejar la directiva de Acotes para obtener mayor tranquilidad y dejar fluir una savia nueva en la agrupación. Antes formó un dúo histórico con Manolo Villar al frente de Compostela Monumental. López Veiga casi siempre fue vicepresidente en las dos asociaciones, el Poulidor del comercio compostelano.

La actual etapa es dura: «No comercio nótase a crise». ¿Sí? Pues los arrendadores no se han enterado: «É unha cousa curiosa. Malia a crise, o custo dos alugueres mantense. Moitos locais vense abocados ao peche por eses prezos excesivos». Encima llega Carrefour como una apisonadora para el pequeño comercio, según opina.

A Vicente le encanta el casco histórico, en el que hace vida: «Está moi ben conservado. Ás veces cométense atrocidades urbanísticas, pero son as mínimas». Eso sí, le disgusta que los camiones maniobren con peligro cierto para los monumentos. Tanto fue el cántaro a la fuente de Cervantes que se rompió. Vicente, apenado, pide verla pronto sin vendajes.

Los accesos al centro histórico se sitúan en el núcleo de las grandes preocupaciones: «É a queixa xeral da xente, xunto coa falta de aparcamentos. As alternatias actuais para aparcar son insuficientes. Debe haber máis estacionamentos, aínda que sexan cativos».