«Quiero potenciar el Camino»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El artista que erigió la escultura de Benedicto XVI se ve «un luchador»

13 jun 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Cándido apenas puede estrechar su mano, secuela de un accidente que ha estado a punto hace unos días de costarle la vida. En ese momemto esculpía un busto de Juan Pablo II, quien cree que ha sido su angel de la guarda. Tiene seis esculturas de este papa en distintos sitios, uno en Galilea, y anuncia: «Seguiré haciendo más».

Nació en la plaza do Toural, bajo cuyos soportales regentaban sus progenitores el bazar Pazos. Los Bernales, los Cepeda, los Carro compartían sus correrías y azañas infantiles por el corazón del casco viejo. Luego aterrizó en La Salle, junto a Ángel Jorge Echeverri. «Fue una época muy bonita. En Santiago éramos cuatro gatos y nos conocíamos todos», reseña. No menos bonita fue su trayectoria deportiva juvenil, que le llevó a ser campeón de España de los 400 metros vallas, ser cinco años seleccionado en atletismo y culminar su vida deportiva en las carreras de cross automovilístico.

Le esperaba con los brazos abiertos la jardinería, junto a su mujer Kerri, su gran colaboradora y su mejor crítica. Muchas áreas ajardinadas y parterres de Santiago y Galicia llevan su firma. Entre ellas, la del Hostal dos Reis Católicos, que le condujo a obtener el premio al mejor jardín de Paradores de España, el primero que diseñó como «jardín inteligente».

Conectar con la escultura fue rastrear un sendero ya trazado: «Con la jardinería aún no había descubierto mi vena artística. La fui descubriendo en el dibujo y el diseño de los jardines, poco a poco. Llega el momento en el que la escultura va naciendo dentro de uno y va aflorando paulatinamente. Pasas al modelado y y cuando te das cuenta labras la piedra. Fue un proceso que fluyó tardío». Tanto que lleva solo 15 años, de sus 68, inmerso en la escultura y su obra ya es incontable. Habitualmente de gran formato y preñada de dificultades: «Soy un luchador y a la obras que hago les busco la dificultad». Grandes cortinas de agua de más de 20 metros de caída sobre acero, que se pueden apreciar en Vigo o Pontevedra, lo atestiguan.

En la Rioja se exhiben esculturas de Pazos (Itineris Sancti Jacobi, El Racimo Sedente o la Mano de Baco) que en algún caso llegan a pesar 45.000 kilos. Su hijo Jaime colabora con él («o al revés», dice el padre) en los talleres ubicados en el Ulla. «Jaime tiene mucha imaginación, es continuo y perfeccionista», glosa Cándido. Son muchas las ciudades (en el Parlamento de Bruselas hay una Esfera Armilar de su autoría) que acogen piezas del formato y estilo de Cándido Pazos. El Camino o los Caminos de Santiago constituyen escenarios habituales.

Porta de Europa

En Compostela la broncínea y compleja Porta de Europa es paradigmática del gran monumento vinculado a la ruta jacobea y una prueba de las complicaciones que puede entrañar una obra de Pazos. La columna de 17 metros no va amarrada al suelo, solo posada. Instalarla precisó de dos grúas sincronizadas.

Unos metros más adelante, en As Cancelas, la estatua de Benedicto XVI (cuya base va a crecer más en las próximas fechas) llegó con la visita de este Papa y rodeada de cierta polémica: «En esta vida todo es polémica. Creo que los compostelanos que vivimos del turismo tenemos que dotar la ciudad de símbolos que potencien el Camino».

«Le dí muchas vueltas al jardín de la plaza de Galicia»

El Camino le ha conducido incluso a hablar con responsables del Palacio de las Naciones de Ginebra y con miembros de la cámara baja alemana: «Mi objetivo es dotarlo de símbolos y potenciarlo. Es mi labor y por eso le presto tanta dedicación. Tengo obra en buena parte de los Caminos y este trabajo no es subvencionado por nadie».

El artista está ahora mismo esculpiendo una pieza para el museo de Pablo Neruda. ¿Piensa jubilarse? No, gracias. Cándido lo dice en su reconocible estilo: «Si Dios quiere, no». Es consciente de que los tiempos son difíciles, y que el trabajo de los artistas ha decaído. Pero toca agudizar el ingenio y no bajar la guardia: «Con lamentaciones no se llega a ninguna parte».

Cándido Pazos se adelanta todos los días al canto del gallo (le canta el reloj a las 6 de la mañana), pero ni aun así le llega el tiempo. Le da mil vueltas a sus diseños y no es de extrañar, de esta forma, que lleve bosquejadas 115 libretas, alguna con dibujos de una sola escultura. Le secundan en su inspiración cuatro mil camelias. Esta flor es su gran pasión y comparte el cincel con el mimo vegetal.

Ha tenido oportunidad de ornar y florear múltiples rincones de Galicia, y los compostelanos podrán comprobar su quehacer si visitan, por ejemplo, los jardines del Hostal, del Parlamento, de Fontiñas o de la plaza de Galicia. «Los jardines de la plaza de Galicia los diseñé hace años. Era una zona poco vistosa sobre un aparcamiento que limitaba tu trabajo y hubo que dar muchas vueltas para hacer ese jardín».

La lluvia

La comarca del Ulla llena sus sentidos y Compostela le hace soñar: «Es un lujo vivir o disfrutar de Santiago. Pasear por la plaza do Obradoiro de noche es una maravilla, un sueño. Echo mucho de menos estos paseos nocturnos». Le encanta la lluvia capitalina, y el agua en general: «Me apasiona el agua, la he investigado y he hecho muchos trabajos con ella. Me entusiasma su sonido, las caídas, los efectos impresionantes de las cascadas».

Cree que Santiago cambió sobremanera en las últimas décadas, se expandió y creció su encanto. Asimismo «la afluencia de peregrinos es más importante». El envés: «Bajó el ambiente estudiantil». A esta Compostela de encanto llegará estos días su hija Carla, procedente de otros lares, para dirigir el hotel Casa da Troia. Un motivo de peso para frecuentar más la capital.