«É moi necesaria a creación dun Valedor do Consumidor»

SANTIAGO

Ulla, que fue cocinero por el mundo adelante y no aboga por las residencias, afirma que el consumidor está muy desamparado y que Santiago debería reclamar más

05 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Así como hay un hombre del tiempo, en Santiago hay un hombre del consumo. A esta palabra todo el mundo le pone la cara de Juan Carlos Ulla. Y debe ser vocacional, porque este redactor recorrió ayer con él varias calles del casco viejo y se ha enterado de decenas de irregularidades y anomalías en las que jamás habría reparado. Ulla, nacido en una casa de Costa Nova que se llevó por delante la ampliación de Xoán XXIII, es el compostelano que más palabras regala por metro cuadrado. Estudió en La Salle y en el Seminario Menor y, por suerte, los feligreses se han librado de sermones de dos horas. La perforadora vocacional no llegó al fondo del sacerdocio.

Antes que fraile del consumo, Ulla fue cocinero. Se inició en el Vilas, del que marchó tras un pronto, y manejó las ollas en el Burgo das Nacións y en una decena de paradores españoles. En el Gil San Blas de Santillana del Mar preparó viandas para el Rey y los emperadores del Japón. Ahí obtuvo el primer premio de recetas de cocina española. Curiosamente, Ulla es celíaco y ha adaptado su existencia a esta enfermedad, no muy amparada por los administradores: «É incomprensible que o Estado respecte os alimentos doutras crenzas relixiosas e non lle dedique ningunha axuda a unha enfermidade como esta», lamenta.

Un día dejó la cocina terrestre y se lanzó a los fogones oceánicos: «Gustábame o mar. Naveguei cinco anos e din dúas veces e cuarto a volta ó mundo». Retornó, con un anillo en el anular, a la vida culinaria de Compostela. «Hoxe hai unha diferencia entre cociñar e facer de comer. Cociñar, como calquera profesión, necesita escola e práctica». Él tuvo escuela y práctica, y reniega de la simple titulitis: hay quien con un año de formación manda sobre treinta años de profesión. En Santiago, Ulla estuvo 25 temporadas al frente de la cocina de la residencia de Porta do Camiño, y se apercibió de un drama: «Vin maiores morrer de pena. Decateime da importancia que teñen os servizos domiciliarios. A residencia xeriátrica só debería ser un recurso de moi última instancia».

Desde la UGT, y de la mano de Carlos Fernández, montó y presidió la Asociación de Consumidores Galegos. También comandó el Consello Galego de Consumidores hasta que la Xunta confundió libertad de expresión con colaboración, le abrió un expediente y Ulla abandonó bajo presiones el cargo. Y cerró al público la ACG: «Estamos esperando tempos mellores para volver abrir». Medita unos instantes y suelta: «O mundo do consumo está totalmente abandonado e o consumidor está na práctica moi desamparado». Juan Carlos, más que nuevas oficinas y equipos, cree que hace falta sensibilidad y voluntad administrativa. Defiende con uñas y dientes la creación de la figura del Valedor do Consumidor, adscrita al Valedor do Pobo: «Paréceme moi necesaria, máis que nunca».

¿Cuáles son los sectores de Santiago que generan más conflictos? Ulla lo tiene claro: la telefonía, por los nuevos equipos; las tintorerías; las entidades financieras; y, especialmente, la construcción. Pero hay dos sectores que pone en la balanza negativa en el área del consumo, uno de ellos la hostelería: «Santiago é unha cidade de bares e por tanto a hostelería xera moitos conflictos». El segundo, la Praza de Abastos. El mercado viejo de Santiago, igual que muchos de España, «non xera moitos conflictos, pero encerra unha picaresca continuada». Ulla reclama facilidades para la Praza a fin de que pueda competir.

Concluye: «En Santiago debería haber moitas más reclamacións das que se fan».