Dos vecinos de Ames y Brión hallan nuevas mámoas en A Rañalonga

VIGO CIUDAD

21 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La historia de la arqueología moderna está llena de casualidades que motivaron el hallazgo de restos tan importantes como las cuevas de Altamira, la Dama de Elche o Atapuerca. En otras, el trabajo de los amantes de lo antiguo ha servido para localizar nuevos restos. Esto último es lo que ha ocurrido hace apenas unos días en la zona de A Rañalonga, en los municipios de Brión y Ames, apenas dos meses después de que viese la luz el libro Nas raíces de Brión: as mámoas da Rañalonga, un estudio editado por la Diputación que forma parte de un proyecto interdisciplinar desarrollado por un instituto de Vigo y coordinado y por Federico Silva Cobas, profesor del citado centro y vecino de Brión.

El patrocinio público del informe permitió que un ejemplar del mismo llegase a los hogares de los brioneses y a partir de ese momento muchos vecinos del entorno de A Rañalonga fueron verdaderamente conscientes del legado que dejaron en sus tierras quienes moraron en ellas hace cinco mil años.

En este texto están catalogadas 21 monumentos funerarios prehistóricos. Prácticamente todos se ubican en el municipio de Brión y una mínima parte lo están en la zona amiense. Y aunque toda la superficie está convenientemente registrada para su protección en los respectivos planes urbanísticos de ambos municipios, lo cierto es que el laborioso y detallista estudio coordinado por Silva Cobas ha despertado más fibras conservacionistas que los farragosos planes urbanísticos.

Así, tal y como relata el propio Silva, tras la publicación del trabajo recibió varios avisos de vecinos del entorno que creían haber localizado nuevos restos prehistóricos que no estaban recogidos en este censo de mámoas. En algunos casos, explica, «os achados non eran máis que pequenas elevacións do terreo sen relación alguna cos monumentos», pero el eureka llegó con dos hallazgos, uno aportado por el brionés Pancho Picado y otro por el amiense Constantino Pérez, que a sus 86 años ha conseguido que Ames pueda presumir de más restos que los detectados hasta ahora.

La historia de Pancho Picado es especialmente curiosa, ya que este vecino de Rial, perteneciente a la parroquia brionesa de San Fins, que ya tenía en su haber la satisfacción de localizar una mámoa en el paraje de Foxo, descubrió otra cuando con su tractor descubrió una inusual elevación del terreno. Esto le llevó a escarbar un poco y allí mismo encontró otra estructura funeraria ubicada a ochenta metros de la que ya había localizado con anterioridad. Además no es una mámoa cualquiera, ya que, aparte de no estar catalogada tiene un diámetro de 24 metros y medio y unos dos metros de altura y es posible que en su interior queden restos del dolmen. También conserva buena parte de su estructura, solamente afectada por una valla en el lugar.

Humanizar el entorno

La aportación de Constantino Pérez tiene más que ver con la tradición oral de la zona, en la desde siempre se denominó Agro da mámoa a un área próxima al lugar de Sandar. Con una llamada a Federico Silva y el dispositivo de búsqueda quedó activado, y así apareció la cuarta mámoa amiense de A Rañalonga, que también estaba sin catalogar, aunque en este caso parece que no hay restos del dolmen.

La satisfacción de Silva n o queda aquí, porque tras la edición del estudio varios propietarios están dispuestos a limpiar y humanizar el entorno de las mámoas ubicadas en sus propiedades.