Patrocinado porPatrocinado por

«Unha vez enfrontáronos cun elefante de circo»

La Voz

AGRICULTURA

01 mar 2008 . Actualizado a las 22:13 h.

Mario cría en Chan da Casa (cerca de Bendilló, Quiroga) 22 bueyes y dos vacas. Su abuelo y su padre también lo hicieron, como otros vecinos de la zona, porque además en este terreno escarpado eran imprescindibles para la labranza o laborear viñas.

La capacidad de arrastre de estos bueyes, que deben pesar cada uno entre los 500 y los 650 kilos, es impresionante. «Unha vez incluso chegaron a enfrontalos cun elefante dun circo, e hai probas de peso libre con bois moi grandes onde a pedra pode chegar a pesar 3.000 quilos», dice Mario Nogueira. También se han llegado a utilizar asnos, mulos o caballos en los desafíos de arrastre, pero el buey es el rey.

Antes, muchos eran pirenaicos, tudancos, pero los vascos tienen ya, según el criador quirogués, una larga tradición para importar bueyes bercianos, zamoranos o gallegos, y cree que suponen el 90%. «Levo comprado moitos en Porto (Zamora), que chegou a ter un censo de 2.000, pero agora, coa despoboación, alí só quedan unhas cen vacas», precisa.

Paja, maíz y otros cereales servirán para que vayan cogiendo hechuras en Galicia. La castración es fundamental para moldear su carácter y su cuerpo, pues no deben coger esos kilos tan típicos de los terneros rubios seleccionados para carne. En el capado, hoy los veterinarios ya utilizan anestesia local, pero deben tener cuidado al inmovilizar y manejar animales de tal porte. La cabeza bien conformada para asentar el yugo, unos cuernos finos y altivos, el lomo recto, la capa oscura y la pisada de las cuatro patas bien aplomada son importantes en estos bueyes de arrastre. «Onde comprei estes -señala Mario a varios de los recién llegados-, había 50 onde escoller, pero o importante é facer parellas, aquí o que lle din pedigrí non é importante». Para este criador -es más una afición o actividad secundaria pues la principal son negocios de alimentación en Quiroga y O Barco-, el trabajo de «amansalos» desde los cinco meses, tal como hacían su padre y abuelos, es importante y delicado, pues ya no trabajan a diario como antaño. Hay que tener cuidado con los cuernos y patadas de los de peor carácter, mientras se les enseña a caminar y obedecer las paradas.

Una vez adiestrados, hasta el profano que solo «chamou as vacas» alguna vez en el patatal consigue que, majestuosos, le sigan. La siguiente fase de entrenamiento en el País Vasco es clave. Los vitaminan y alimentan con habas molidas, ricas en fibra y con poca grasa, para que no cojan kilos. Allí, incluso algún boyero cayó en el error de las sustancias prohibidas, pues los veterinarios detectaron en el 2006 bueyes dopados.