El vecino que introdujo la petanca en la ciudad del Lérez

c. pEREIRO PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

De actitud amable e incansable, el pontevedrés es responsable del crecimiento de este juego en la comarca

23 sep 2016 . Actualizado a las 19:09 h.

Tras lo que algunos considerarían una afirmación con aroma a soberbia, no hay otra cosa que la buena intención de un vecino de Campolongo por buscar un nuevo entretenimiento para sus compañeros. La primera vez que organizó una partida de petanca en Pontevedra fue en la comida anual de la asociación de la que es presidente, Amigos de Campolongo. Han pasado seis años y se han construido ocho campos entre Pontevedra, Salcedo, Xeve o Monte Porreiro. La petanca está de moda en la ciudad por culpa de Fernando Viéitez.

«A petanca non é cousa de vellos», arranca el pontevedrés. «Esa sería a primeira cousa que hai que dicir sempre que se fala disto. Todo o mundo pode xogar, e todo o mundo debería probar, polo menos, unha vez a botar unhas partidas. Seguro que repite». Innegablemente, la asociación de la petanca como una actividad propia de la tercera edad es un hecho. Una pequeña barrera que Fernando trata de derribar con su discurso y sus propuestas.

«En serio, é un xogo moi aditivo. Eu son o primeiro en recoñecer que o collín con pinzas por primeira vez, pero unha vez te pos descobres que é un auténtico vicio». No miente, y a las pruebas se remite. Pontevedra en los últimos ha experimentado un auténtico bum en la materia. Ha sido necesario hasta crear una liga -que parte de su asociación- y que cuenta con equipos de diferentes puntos del municipio. Algunos practican y juegan diariamente, como es el caso del grupo perteneciente al centro sociocomunitario de la Alameda. Todas las mañanas muestran sus habilidades y puntería en las inmediaciones de la Diputación. «Entroulles moi forte o gusanillo da petanca. O resto teríamos que aprender deles para chegar máis en forma as competicións».

Fernando fue camionero durante once años. Eran los setenta y recorría miles de kilómetros al año, más de los que uno pudiera pensar como necesarios. Uno de sus viajes lo llevó a Francia y allí tuvo si primer contacto con este juego. Guardó la experiencia en el baúl de los recuerdos y la rescató cuando pensó que sería buena idea comenzar a jugar en Pontevedra. «Na zona de Vigo é algo máis habitual, sobre todo en Mos, pero a realidade é que aquí nunca foi algo que chamara demasiado. Pode que foramos máis de cartas», ríe.

«Con estas ligas, estes partidos, o que tratamos é de potenciar non a competitividade, se non a interrelación entre asociacións e equipos parroquiais. Trátase de coñecer xente, de falar e pasalo ben xuntos», continúa el pontevedrés. Fernando peina los 66 y dedica el tiempo que posee a trabajar en su asociación. Lleva 20 años haciéndolo. No hay sueldo, ni beneficio económico, pero sí agradecimientos vecinales y la sensación de saber que uno algo está haciendo bien. Conoce el barrio, no en vano nació y creció en él. Hasta se casó en lo que hoy es el Instituto Nacional de Estadística. El edificio fue construido para funcionar como centro cultural y social hasta que el Concello cedió su custodia -a los mandos de Rivas Fontán- al Ministerio de Fomento. Nunca más se recuperó.

Mientras pasea por las cercanías del campo de petanca ubicado en Campolongo saca el teléfono. Llama para informar de su estado. Las huellas de bicis y perros son visibles en él. Pide, por favor, que lo adecenten antes de dos semanas, que inician un nuevo torneo. «É habitual pero vaia, tampouco nos imos enfadar coa xente», dice.

«Oxalá máis persoas se animen a xogar na cidade e no rural. É máis divertido e entretido do que se poida pensar». En el local de la asociación de Amigos de Campolongo los libros se mezclan con los trofeos creados y ganados en los últimos tiempos. Hay fotos pasadas y recuerdos entremezclados. Es el despacho de Fernando, o al menos el lugar desde el que trata de mejorar su barrio. Ese era el objetivo de publicitar la petanca, y vaya sí lo ha conseguido.