«En mi cuerpo el 50% son libros»

PONTEVEDRA

El editor disfruta rescatando y releyendo antiguas colaboraciones en periódicos en la biblioteca del Museo Provincial, su lugar favorito

09 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La piratería cultural no es una invención tan moderna. Allá por el año 1949, un joven editor llamado Sabino Torres se atrevió a colocar en las librerías pontevedresas una colección de poesía, con varias obras traducidas al gallego, sin ningún tipo de permiso ni sello de la autoridad. «Un milagro de la inconsciencia», como llama a estos libros piratas -la colección se llamó Benito Soto en honor al corsario local- su artífice. Fue durante dos años «la aventura más bonita» que recuerda ahora este pontevedrés, porque en ese tiempo a nadie se le ocurrió pensar que la iniciativa no estaba autorizada. Incluso cuando estalló la reacción local de los «ilustres pontevedreses», fue para poner en conocimiento del gobernador civil lo difamante del nombre de la colección. «Cuando este me llamó, no solo no me riñó porque lo convencí, sino que se hizo socio de honor», recuerda Torres.

Los libros de la colección Benito Soto son ahora uno de los magníficos recuerdos que gusta de volver a disfrutar cuando visita, asiduamente, la biblioteca del Museo, su rincón favorito de la ciudad -«vamos muy pocos»-. Enseguida aclara que no se considera «una rata de biblioteca», «pero me encanta encontrarme con mis cosas». «Están los periódicos que hice de muchacho -comenta- y a veces te encuentras muchas sorpresas, artículos que ni te acordabas haber escrito. El mundo de los libros es lo mío. Si dicen que somos un tanto por ciento de agua, para mí, el 50% son libros. Mi cuerpo está hecho así».

Empezó en el año 44 con un periódico deportivo, que luego se convirtió en un semanario de información cultural, Ciudad, del que fue director. «Y eso que en aquella época había que sacar el carné para serlo, pero en Pontevedra no había dónde sacarlo, y el director general de prensa me concedió esa especie de promesa de que yo seguiría allí», agrega.

Luego vino esa «locura» de la colección Benito Soto, ya como editor. Un proyecto en el que sus estrechos colaboradores fueron Emilio Álvarez Negreira, Manuel Cuña Novás y Rafael Alonso: «Era una cosa juvenil y revolucionaria y Celso Emilio Ferreiro nos protegió literariamente». Incluso llegaron a pensar en encontrar un supuesto manuscrito de poesía de Benito Soto para darle mayor promoción, pero al final la idea no cuajó.

Edición negada

Todo fue bien durante dos años, hasta que llegó el momento de publicar Musa alemá, una traducción al gallego de poesía alemana a cargo de Ferreiro y Antonio Blanco Freijeiro. «Por indicación del subcomisario Carlos Caba, me decidí a legalizarla, y claro, mandé todo y vino negada la edición -recuerda-. Pero ya tenía el libro hecho y lo lancé, así que te puedes imaginar la que se armó...». Le multaron y la obra se destruyó, pero después de hablar con su amigo el gobernador, le dijeron que el expediente se revisaría. Lo cierto es que, según Torres, nunca se llegó a resolver y cuando él lo encontró en el Archivo General de Alcalá de Henares «estaba la carpeta vacía». «Ahora lo ves todo con humor, pero en aquella época... -indica-. Pero creo que alguien se debió quedar con algún ejemplar porque veo algunos rarísimos».

Torres continuó su labor de editor en el año 52 con el famoso periódico El Litoral, que al final acabó en manos de la familia Dominguín, sí, la de los toreros. «Terminó siendo un periódico muy interesante, porque Domingo Dominguín era comunista», apunta.

Cuando finalmente lo suspendieron en 1959, este pontevedrés cambió radicalmente de ocupación y comenzó a trabajar de comercial en una empresa de importación de materiales de construcción. Este trabajo le llevó a Madrid y a viajar por todo el mundo, recorridos en los que aprovechaba para escribir un poema o un cuento, «porque viajando a América te daba para escribir uno entero...».

Ahora que está jubilado, recuperó la labor editorial con una pequeña firma, Litoral das Rías, en la que precisamente ha reeditado algunos de los libros de la colección Benito Soto a través de otra, Hipocampo Amigo. «Es pequeñita, muy personal, pero ya con sello...» sonríe.

Pero no sólo la vida periodística y literaria seria ocupan su espacio en la biblioteca. Le encanta revisar también «aquellos ecos de sociedad tan deliciosos». «Por los periódicos hasta te puedes acordar de aquella chica de Madrid que venía a veranear... -recuerda-. Eso es algo que se ha perdido».

«Cultura teledirigida»

En este sentido, se muestra muy crítico con la Pontevedra literaria y cultural de ahora. «Es todo oficial, teledirigido, nosotros no teníamos nada, era todo por la cara -explica-. No veo vida cultural en Pontevedra. Sí, es cierto, hay conciertos y teatro en Caixanova, pero me parece que todo eso resbala. No veo entusiasmo. Todo el mundo hace exposiciones, pero no va nadie. Yo he ido a inauguraciones y he estado solo... Y en el ámbito económico no hace falta que diga yo nada. Está mal el país, el mundo, pero aquí peor».

Recuerda también el libro La Biblia en España, de Jorge Borrow, que fue traducido por Manuel Azaña. «Trata de un inglés que viene a España a vender Biblias, y cuando llega a Pontevedra, entabla discusiones con el notario García -cuenta Sabino Torres-. El notario le habla de la ciudad, pero el vendedor dice que la que crece es Vigo. Estamos hablando de una discusión de 1830 y tantos, o sea, siglo y medio la contempla y seguimos igual. Sí, Pontevedra tiene grandes edificios, pero va para abajo y no somos capaces de ponerle freno». Torres, desde la barrera, sólo ve los toros.