Los carros fueron la pesadilla de nuestros abuelos

La Voz

OURENSE CIUDAD

Memoria de Vigo Todavía circulaban en número significativo hace medio siglo

09 sep 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

A partir de los primeros años veinte del siglo pasado, empezaron a circular camiones por Vigo, después de que el vehículo que abrió la serie de los coches pesados apareciera cuando iba a terminar la década anterior. Durante mucho tiempo, hasta que se modernizaron, motivaron innumerables quejas; algún día trataremos de la aparición de esos vehículos. Antes, los carros fueron la pesadilla de nuestros abuelos y bisabuelos. Ya en tiempos tan remotos como 1846, por ejemplo, las actas municipales recogen el lamento por los destrozos que causaban los carros cargados con pipas de más de 32 arrobas. Para dos semanas después, con efectos del primero de diciembre, se decidió prohibir la circulación de carros con tales cargas. También tendrían que dejar de circular aquellos viejos vehículos cuando su carga de abono fuera tal que requiriese dos yuntas de ganado. No era solamente problema de peso, sino también de la estructura del vehículo. Seis años después, un alcalde que dejó su nombre en la que por entonces era calle Imperial, a Joaquín Yáñez me refiero, prohibió en el verano de 1854 que los carros pudieran recorrer la población con llanta estrecha y clavos salientes, obviamente porque destrozaban los caminos. En aquellos tiempos remotos, además de los carros, que se usaban como instrumentos de carga, había otro tipo de transporte, siempre de tracción animal, para el traslado de las personas. Negocios con nombres sugestivos, como El volador de Vigo, que cobraba el asiento entre 6 y 8 reales para viajar a Pontevedra. El recreo de los viajantes era el nombre comercial de otra firma que atendía a los viajeros, en este caso a los que pretendían acudir a Ourense o venir desde allá a Vigo. Probablemente el coche que hacía el servicio Vigo-Ponteareas era el de nombre más singular, dado que se llamaba El Pajarito. Era minúsculo. Un poco más adelante de la época a la que nos estamos refiriendo, es decir en 1893, alquilar un carruaje a Gondomar, para viajar desde Vigo, costaba 45 pesetas. Fue lo que hubo de pagar la Corporación Municipal de Vigo a José Bao, uno de los transportistas que más trabajaban en aquel tiempo, para advertir al municipio próximo, en nombre del gobernador civil, que se aplazaban las elecciones. Volviendo a los carros, siguieron siendo una pesadilla mucho más tiempo, como aquel que dice hasta anteayer. Todavía a principios de 1947 se producían innumerables quejas por los chirridos de los que atravesaban la ciudad a horas muy tempranas, cuando buena parte del vecindario todavía estaba encamado. En aquellos tiempos calles tan importantes como la de A Coruña eran un lodazal, ya que en buena parte el vial no estaba pavimentado. Los carros fueron desapareciendo como fenómeno masivo, pero todavía a finales de los cincuenta del siglo pasado eran innumerables. Y aun tenían cierta presencia en la ciudad en los sesenta.