El Carmel, de la gloria de la integración al estado de sitio

La Voz

O CARBALLIÑO

Crónica El metro prometía completar el salto adelante de este antiguo barrio marginal, sacudido por la droga en los 70, pero las obras bajo tierra le han partido las entrañas y sumido en la armagura.

12 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

Carmen barría ayer por la tarde delante del portal de su casa en un combate interminable contra el fango, el polvo y el insomnio. Esta granadina, asentada desde hace más de tres décadas en Barcelona, representa la identidad genuinamente mestiza del Carmel, un barrio que transitó de la marginalidad de los 70 a una recién conquistada sensación de integración. «Estábamos en la gloria. Nos habían puesto varias líneas de autobuses, las calles estaban bien, la droga desapareció desde hace tiempo», afirma la granadina. En El Carmel evocan el pasado reciente seguramente con ese punto de exageración que provoca el haber vivido una desgracia. Todo era una maravilla hasta que el 25 de enero se hicieron realidad los peores temores. Además del túnel que se estaba haciendo a la vista de todos en la calle Llobregós, donde vive la granadina, había otro, auxiliar, cuya existencia desconocían. El «carrer Lugo» Paralela a la calle Llobregós, también en cuesta, discurre la calle de Lugo, la provincia que aporta el 40% de los 85.000 nacidos en Galicia empadronados en Barcelona. La zona del hundimiento queda exactamente del otro lado, en la Conca del Tremp. Pero aquí lo gallego va mucho más allá del nombre de una calle. Aunque uno no quiera, si se da una vuelta por los bares del Carmel acaba hablando en gallego y debatiendo sobre el futuro de Fraga Iribarne. El jienense Juan, acodado en la barra del bar gallego Quián, se acordaba ayer de «la madre de quienes nos han bautizado como El Carmel». Quizá el nombre que emplea la Generalitat sea una muestra de integración, de la cada vez más acelerada asimilación por la sociedad catalana de la mano de obra llegada masivamente en el franquismo de otras zonas de España, sobre todo de Andalucía. A ese proceso de integración contribuyó sin duda la reciente avalancha de inmigrantes extranjeros, de otras razas y religiones. Ese salto, el de la Cataluña mestiza a la multiétnica, se percibe en El Carmel con una intensidad mucho menor que en algunos barrios de la zona baja de la ciudad, los cercanos al mar, como El Raval. Pero chinos, ecuatorianos y marroquíes se hacen un hueco también en este territorio de los charnegos, nombre despectivo, tal vez en vías de extinción, que designa a los nacidos en Cataluña hijos de padres no catalanes. «No Carmel houbo mouros, tamén, pero desde o verán, eu non os vexo», comenta, detrás de la barra de otro bar, Pilar Sorribas, de O Carballiño. Mera coincidencia, pero fue en septiembre cuando los vecinos de la Conca del Tremp comenzaron a sospechar que la maraña de subcontratas que trabajan en el metro no sólo habían horadado bajo sus pies, para abrir el famoso túnel de maniobra, sino que, además, su obra clandestina se les había ido de las manos. «Non fixeron outra cousa que enganarnos», sentencia Francisco Vázquez, de Xinzo de Limia. Es de los que tuvieron que dejar su piso, sito en el número 49 de la calle Sigüenza. Controles policiales Parece existir un consenso en El Carmel sobre que los peor parados son los que tienen la vivienda afectada, pero no lo suficiente para ser derribada. Su valor inmobiliario caerá por los suelos, mientras persiste el temor a la ruina. Si El Carmel estaba en la gloria, hoy padece un estado de sitio, con cuatro calles llenas de escombros, controles policiales por doquier, bomberos y muchas cámaras.