La vida antes y después del alcohol

Marta Vázquez Fernández
mARTA VÁZQUEZ OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Se puede dejar de beber, pero no de ser un enfermo. Dos mujeres cuentan su historia

26 jun 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Se puede empezar a beber con 14 años o con 50. Nada tiene que ver con ser rico o pobre ni con tener empleos con más o menos preparación. Ni con ser hombre o mujer. Sus historias son similares a las de muchas personas que han vivido en carne propia la obsesión que se desencadenaba en sus mentes -así lo describen ellas mismas- cada vez que tomaban una copa. No podían parar.

«Cuando llegué al grupo quería dejar de beber, pero también de vivir, porque ya no podía más. Solo me quedaban la muerte o la calle». Pilar, 45 años, lleva tiempo sobria y su mente está lo suficientemente clara como para recordar cada paso del camino que la llevó al fondo del pozo. Pudo salir. Con estudios universitarios, medios económicos y un entorno familiar sólido, empezó a beber alcohol a los 15. No sabe el motivo, seguramente porque no hubo ninguno en especial, pero sí las consecuencias. Empezó a consumir de forma frecuente y su familia decidió llevarla al psiquiatra. Ella prometía al especialista que no bebería más, pero nunca podía cumplirlo. Aún así pudo guardar las formas y seguir como si no pasara nada. Se casó y tuvo una hija.

Y entonces comenzó el abismo. Vivió momentos terribles, que hoy no puede recordar sin llorar. Como aquellos en los que la pequeña, con 7 años, se levantaba de la cama por la mañana para cuidarla de la borrachera de la noche anterior. «La niña le dijo al juez que no podía soportar verme beber, ni verme borracha». Perdió su custodia. También a su marido y a su familia. Y bebió cada vez más, hasta que en medio del caos recordó a Javier, una persona que había conocido en una de sus juergas, alguien de Alcohólicos Anónimos. «Me empujó el sufrimiento, había tocado fondo. Llamé al grupo y me contestó Javier». La noche siguiente la pasó en el albergue de Ourense, uno de los tres que el grupo 24 horas tiene en España.

Han pasado ya muchos años desde aquello. Pilar ha recuperado a su hija y a su familia. Y su salud. Y ya no bebe. «Cuando me preguntan cuanto tiempo llevo digo que solo por hoy, porque todo lo acumulado puede no servir de nada».

Pero hoy es mucho tiempo y por eso Pilar celebró ayer con sus compañeros, todos enfermos alcohólicos, el décimo aniversario de la creación del grupo, que definen como «un programa de vida». Son más de un centenar las personas que lo forman. Cada uno tiene su historia. Y su pesadilla.

Era lo normal

La de Sonia, 40 años, también comenzó al cumplir los 15. «Beber a esa edad era lo normal, lo que hacía todo el mundo», explica. Pero para ella fue distinto. Bebía con frecuencia y terminó por encontrar una pareja que también lo hacía. Se fueron a vivir fuera de España y ella se quedó embarazada. «Estuve nueve meses sin beber, pero me sentía muy mal, me costaba mucho relacionarme con la gente y volví a beber, lo hacía a escondidas, incluso en el trabajo».

Volvió a España y no pudo ocultar la enfermedad por más tiempo. Empezó a visitar especialistas pero la medicina no le dio solución. «Comencé a tomar pastillas psiquiátricas pero solo me adormilaban. Cada vez que me surgía un problema no sabía como afrontarlo y bebía». Ocurrió lo previsible. Perdió la custodia de su hija y su trabajo. Sus padres la echaron de casa. «Ya no sabían qué hacer y me dijeron que me fuera, que hiciera mi vida y los dejara».

Y se fue, pero fue su madre quien, meses después, la llevó al grupo con el que ahora intenta recuperar su vida. «La llamamos la enfermedad del olvido, pero nosotros queremos recordar», dice. Precisamente, hablar de sus miserias, compartir debilidades y fortalezas, es, aseguran las dos, el secreto para salir del túnel. Y no practican la demagogia. «No estamos en contra de la gente que bebe, lo que pasa es que el consumo tiene sus consecuencias. Yo sé que mi hija va de botellón y tengo que respetarlo, aunque no me guste», asegura Pilar. «¿Quién soy yo para dar consejos?».

CRÓNICA aniversario del grupo alcohólicos anónimos de OUrense