Cuando ser padre no es como antes

Marta Vázquez Fernández
Marta Vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Una asociación trabaja con matrimonios separados descontentos con los fallos judiciales

19 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En un día como hoy, y más allá de la vertiente comercial que tienen estas celebraciones, conviene preguntarse qué es lo que pasa con los padres y madres que ya no encajan en los modelos tradicionales de familia. Las situaciones de conflicto en las que viven inmersas muchas parejas divorciadas o separadas hacen especialmente complicadas no solo jornadas como la del 19 de marzo, sino muchas otras.

Progenitores que no pueden ver a sus hijos más que los fines de semana pares o impares de cada mes. Madres que se deben organizar solas a diario para llevar a sus niños al colegio sin perder sus horas de trabajo. Y muchos otros supuestos. Las sentencias judiciales, muy estandarizadas en casos de divorcio, se vuelven surrealistas para muchos ex cónyuges que, cada vez con mayor frecuencia, deciden recurrir a mediadores familiares para poder buscar otro acuerdo. Uno que, sobre todo, les haga más felices.

«Llevamos practicando la mediación desde julio del 2010 y han pasado por aquí unas 80 parejas separadas, la mayoría descontentas con la solución que se les había dado en el juzgado. Eso es porque las sentencias están muy estandarizadas y no tienen nada que ver con la familia, o al menos con los nuevos modelos de familia. Ahora los dos cónyuges trabajan y tienen poco tiempo para ocuparse de los hijos. Con la crisis muchos hombres han perdido su trabajo y son ellas las que sustentan la casa. Para una familia resulta muy traumática una sentencia que no se ajusta a sus necesidades, dictada por alguien de fuera», asegura Mario García, uno de los responsables del servicio de mediación familiar que la asociación Apromega tiene en Ourense.

En este centro, pionero en Galicia, se trabaja con los sentimientos: hay que superar la barrera del rencor. «Los Kleenex están encima de la mesa porque esto es algo doloroso», explica el mediador, que sabe que lo difícil en estos casos es dar el primer paso. «Llegan con recelo y al principio se dicen muchas cosas. Aquí afloran sentimientos como la frustración o la ira por cosas que se fueron acumulando en el pasado. Es necesario que todo eso se exteriorice para que se pueda solucionar el conflicto», explica.

Organización

Aunque el acuerdo al que llegan quienes recurren a la mediación no tiene validez legal, supone una especie de contrato privado entre los ex cónyuges que les permite organizarse mejor, en todo aquello que haya que organizar. «Les ayudamos a buscar acuerdos en lo que necesiten: los hijos, los bienes, el dinero que se van a pasar el uno al otro, etc.», asegura García.

Y hasta con la crisis han de lidiar. «Una separación es un empobrecimiento de la familia. Nosotros tenemos casos de parejas que no se han podido separar porque no se lo podían permitir. Eso conlleva que tengan que seguir juntos, aunque llevando otro tipo de convivencia, casi como compañeros, con todo lo que ello implica».

Con todo, la pérdida de los papeles tradicionales, tanto masculinos como femeninos, parece ser la verdadera promotora de las nuevas necesidades. «Ahora mismo el hombre ha perdido todos sus roles tradicionales. Ya no tiene porqué ser el miembro más productivo de la familia y ni siquiera es necesario para la reproducción. ¿Qué es lo que pasa entonces con el padre? Pues que puede sentir que está perdiendo los privilegios que tenía, en favor de la mujer. Esos cambios hay que gestionarlos por la vía adecuada, o bien con mediación o bien con terapia. La solución judicial puede que no funcione». Esto explicaría porqué ahora, según Mario, hay más hombres que dan el primer paso a la hora de buscar acuerdos amistosos tras la separación.

La última parte, una vez que se llega a un acuerdo -algunas parejas han necesitado muchas semanas-, es hablar con los hijos. Para ello también se puede pedir ayuda. «Los hijos solo vienen cuando los padres quieren comentarles el acuerdo fuera del domicilio familiar. Hemos tenido un caso de unos progenitores que llegaron a un acuerdo que necesitaba que, para que ellos pudiesen organizarse, tuviesen que participar amigos y familiares. Los padres prefirieron que fuéramos nosotros los que se lo explicásemos a los hijos. Esa es la única razón para que vengan aquí. De lo contrario, los expondríamos a que los utilizasen como arma arrojadiza», aclara.

Entre padres e hijos

Los conflictos intergeneracionales son otro campo sobre el que se trabaja en el centro de mediación. Las asperezas entre padres e hijos también se pueden limar. «Lo que vemos es que hay mucha demonización de los adolescentes, y creemos que no es para tanto». Mario puntualiza que, en su opinión, ni unos ni otros quieren llevarse mal, lo que ocurre es que no encuentran el modo de hacer lo contrario.

«Los hijos de ahora son muy diferentes a los de antaño. Hay mucha información y otros grupos de socialización más allá de la familia. Se puede decir que los jóvenes maduran antes y también se quieren hacer mayores antes. La manera de solucionar las cosas con ellos ya no puede ser a través del ordeno y mando. Hay que negociar».

Y es mucho lo que hay que negociar, por lo que se ve. «Aquí hacemos que lleguen a acuerdos sobre los horarios, las pagas, los privilegios, etc. Cuando los chicos se ven legitimados, cuando ven que pueden hablar sin que los recriminen, entonces todo es mucho más fácil», constata García.

En definitiva, el abordaje de los problemas de las nuevas familias requiere de nuevas técnicas. La mediación puede ser una de ellas. Pero hay que echarle ganas. «Para venir lo que hace falta es que no quieran perder».

«Nuestro lema es que padres en paz crían hijos felices. Hay que saber hacer concesiones»

Mario García