Entre sonrisas y lágrimas

Tamara Fariñas

OURENSE

Los niños rusos que pasaron dos meses de convivencia con familias de acogida ourensanas pusieron ayer punto y final a una experiencia de afectos y sentimientos

28 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Muchas familias de toda Galicia acogen cada año a un niño de origen ruso para darle la oportunidad que no pueden tener en su país. La asociación Ledicia Cativa es la que se encarga de organizar este programa de acogida desde hace catorce años, para intentar mejorar la salud de los pequeños.

Anuncia Álvarez, vecina de Ourense lleva tres años participando en este programa, acogiendo a diferentes niñas en su casa. Victoria Yakubenko, conocida en casa como Vica , es la pequeña de 11 años que repitió de nuevo este año en el hogar de Anuncia. Desde hace mucho tiempo, ella y su marido siempre han admirado este país y todo lo que conlleva, les gusta mucho la cultura rusa, su música, sus bailes y su literatura.

El primer año que Vica llegó a España se sentía perdida. Fue difícil llegar a un país donde no sabían nada de su cultura, y mucho más complicado si no conocía el idioma. «Al principio solo lloraba y no decía nada, pero se le pasó enseguida y a los diez días ya hablaba perfectamente», recuerda su madre de acogida.

El primero, el más duro

El primer año de los niños rusos es el más duro. Así lo explica Anuncia Álvarez: «Vienen muy pequeños y extrañan. Es un choque muy grande de costumbres, se encuentran con diferentes comidas, con una educación diferente, pero sobre todo con un idioma que no conocen».

A lo largo de estos tres veranos que Vica lleva viniendo a Galicia, ha conseguido aprender a hablar en castellano, gracias a su familia de acogida y a sus amigos. Además, ha conocido el sabor de otro tipo de comidas de las que no podía disfrutar en Rusia, como el pulpo, la tortilla de patatas y el marisco.

En Rusia

Cuando llega el fin del intercambio, Vica tiene que volver a Rusia, donde la esperan sus padres con los brazos abiertos. Allí va a clases de teatro, disfruta de la música y el baile ruso que tanto le gusta y vuelve a su ciudad, de la que hablaba con mucho cariño en España. Dice irse con pena de dejar en Ourense a su familia de acogida y a sus amigos españoles que se quedarán con las ansias de que pasen los diez meses que faltan para que vuelva la pequeña. Pero mientras ese tiempo pase, se llenarán de emoción cada vez que la llamen por teléfono o le envíen regalos por su cumpleaños o por Navidad.