Investidura en Halloween: ¿truco o trato?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

19 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo marcha muy mal en la política de un país cuando incluso personas de probada sensatez dicen solemnes tonterías. Ramón Jáuregui, que fue en su día secretario general del PSE y vicelendakari del Gobierno vasco, y preside ahora la delegación del PSOE en el Parlamento de Estrasburgo, es un hombre cabal donde los haya, pero eso no le ha impedido expresar un posición sobre la investidura de Rajoy que pone los pelos como escarpias.

Según Jáuregui, su partido debe abstenerse y permitir que Rajoy siga en la Moncloa solo para evitar que haya en diciembre nuevas elecciones generales. Pero, una vez investido el presidente, el PSOE debería, acto seguido, someter al nuevo Gobierno a la mayoría que forman los diputados de la Cámara que no son del PP o de Ciudadanos.

Dicho en dos palabras: Jáuregui, que expresa un juicio que parece ir extendiéndose entre los dirigentes del PSOE, defiende que hay que investir a Rajoy, pero no para que asuma su responsabilidad -dirigir la acción de gobierno-, sino para convertirlo en una marioneta movida por una pinza parlamentaria opositora, que, en una curiosa especie de estrafalario ejecutivo de asamblea, se convertiría, de facto, en el Gobierno auténtico de España.

Hace unos días hemos tenido un ejemplo insuperable de tan absoluto desvarío: los grupos de la izquierda, más los nacionalistas, presentaron en el Congreso una demagógica proposición de ley para aumentar la pensiones en el 2017 por encima de la previsiones del Gobierno en funciones. Y aunque, en este caso, tal proposición podría ser paralizada por el Ejecutivo al suponer un aumento de los gastos, su presentación pone de relieve una estrategia que, de generalizarse, obligaría al Gobierno a ejecutar la acción política pactada por los diputados de la oposición. Una locura que nos conduciría inevitablemente a un inmediato adelanto electoral. Para eso, mejor ir ya a elecciones de una vez.

La investidura de un presidente significa en todos los sistemas parlamentarios que la mayoría que está detrás de la misma se compromete a abrir una política de acuerdos que no impida la acción del Gobierno que nace con aquella. Por eso, investir, para embestir luego sin tregua al investido, es algo sencillamente demencial: un engaño a la opinión pública y una completa irresponsabilidad.

El dilema que tiene que resolver el PSOE frente a la investidura de Rajoy no es solo, en conclusión, el de si se abstiene o vota en contra, sino el de si hará posible, en el primero de los casos, mediante una política de negociación con el PP y Ciudadanos, la acción de gobierno o la bloqueará de forma sistemática, tratando de gobernar desde el Congreso junto con Unidos Podemos, el PNV y los independentistas catalanes. Dada su cercanía a la fiesta de Halloween, la cosa es si su eventual abstención en la investidura será para el PSOE el inicio de un trato o exclusivamente un truco.