El Gobierno Sanchenstein

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

23 sep 2016 . Actualizado a las 18:42 h.

Fijaos en el pequeño detalle: ayer, cuando Pedro Sánchez aseguró en Portugalete que votará en contra de Rajoy en una nueva investidura, fue aplaudido por los asistentes. Las agencias transmitieron que lo dijo «entre aplausos de los asistentes». No es la primera vez, lo cual significa que los militantes y muchos votantes socialistas no están por la labor de facilitar la formación de un nuevo Gobierno del Partido Popular. Esta poco novedosa anotación cobra especial interés en este momento: cuando se acaba de anunciar un Comité Federal, máximo órgano del partido entre congresos, para el próximo día 1 de octubre. Todas las cábalas de que ese comité se rectificará a sí mismo e impondrá la abstención a Sánchez pueden ser archivadas. Como diría Fernández Vara, «a ver quién es el guapo» que se opone a los deseos de las bases. Salvo milagro, demos por cerrada la posibilidad de investidura.

Pero la opinión publicada da por segura otra salida: Pedro Sánchez llevará a ese Comité Federal la propuesta de intentar una mayoría alternativa. ¿Con quién? Solo hay dos alianzas posibles: una, el tripartito PSOE-Podemos-Ciudadanos, citados sean por orden de su número de escaños. Si lo que Albert Rivera y Pablo Iglesias han declarado hasta ahora es lo que piensan, es una combinación imposible por incompatibilidad de Podemos y Ciudadanos y, sobre todo, por la imposibilidad de hacer un programa válido para los dos partidos. Las hemerotecas, las fonotecas y las videotecas están repletas de testimonios en ese sentido.

La otra es lo que Rubalcaba llamó «Gobierno Frankenstein» y que algunos ya bautizaron como «Gobierno Sanchenstein»: la increíble suma de socialdemocracia, comunismo, populismo, nacionalismo clásico, independentismo renacido y otros ingredientes que se puedan encontrar por el camino. Quiero pensar que ni Pedro Sánchez, que no es tan perverso ni necio como dicen algunos artículos, cree en ese invento, pero nadie puede descartar que lo intente. Al fin y al cabo, legitimidad parlamentaria no le faltaría, porque son unos catorce millones de votos y los 180 diputados que votaron contra Rajoy.

Lo que le faltaría a esa coalición sería coherencia. De Podemos ignoramos si quiere ser el partido que mete miedo al poderoso que propugna Pablo Iglesias, o el partido seductor que sueña Íñigo Errejón. Los demás hipotéticos socios o tienen como prioridad romper con España, aunque la aparquen con tal de echar a Rajoy, o llevan el germen del antieuropeísmo, o acaban sus discursos dando vivas a la república. ¿Es ese el destino que nos preparan, solo por liquidar al Gobierno del Partido Popular? Si lo es, me dispongo a esperar la prima de riesgo: va a dejar pequeña la de Grecia y Portugal.