S
i el domingo vieron el programa que lleva Ana Pastor en La Sexta habrán disfrutado de un buen programa, diría más, interesantísimo programa, sobre las elecciones en Grecia. El único en las grandes televisiones que dedicó un amplio espacio a analizar en directo lo que estaba sucediendo en Atenas. Ana Pastor se arropó con grandes periodistas en su mesa, entre ellos Dora Makri, corresponsal en España de la televisión pública en el país heleno, y volvió a tener en prime time a Pablo Iglesias (el día anterior se dio otro baño de audiencia en la misma cadena). Y ojo, que va camino de convertirse en una celebrity del medio, visto que también el líder de Podemos se dedica a hacer la promo de Salvados. Pero a lo que iba. El programa de Ana Pastor se marcó un buen objetivo para un día decisivo. ¿Y qué pasó? Pues que desde el sofá de casa básicamente lo que te apetecía era callarle la boca un rato. En ese exceso de arrojo, en ese estilo tan marcado, en ese vaya yo por delante (que sinceramente cuesta criticar porque se prefiere el riesgo a la cobardía siempre), hay algo que echa para atrás al espectador. Aunque sea por simple sentido común, por educación o por el principio básico de la entrevista, dejar hablar cuando tienes a tu invitado sentado a tu lado es de agradecer. Por eso el objetivo está ahora en Ana. ¿Se reenfocará?