E l 7 de julio del 2011 difícilmente lo olvidaremos los compostelanos y, en general, los interesados por la historia y el patrimonio. Fue un día infausto que, ¡ojalá!, pronto sea solo una pesadilla con final feliz, es decir: con el Códice retornado intacto a su anaquel. Que podamos decir con don Gaiferos: «Iste é un dos moitos miragres que santiago Apóstol fai». El Códice Calixtino es obra señera del scriptorium compostelano formado por Diego Gelmírez. En él se compilan los fundamentos del hecho jacobeo: liturgia, música, sermones, milagros, intervención de Carlomagno, el camino de la peregrinación y una guía de las iglesias de la ciudad, en particular, de su catedral. Texto tan certero que todavía hoy puede ayudarnos a visitar el edificio románico. La intervención de Carlomagno en la liberación del Camino de Santiago hace del códice un libro básico en la formación y cohesión de Europa. Desde su realización, en el segundo cuarto del siglo XII, el Calixtino se custodió celosamente en el archivo de la catedral de Santiago y ni los novelistas imaginaron que saliera de él. Pero, por desgracia, la realidad ha superado a la ficción. Confiemos en que las investigaciones policiales den el fruto deseado y que el códice retorne a él cuanto antes. Pero hasta de lo más doloroso hay que aprender a prevenir acciones parecidas. Es inmenso el patrimonio cultural y artístico de Galicia que, potencialmente, puede ser objeto de acciones indeseables que, cuando se producen, suelen resultar gratuitas a sus causantes. Creo que ha llegado el momento de que desde los ciudadanos de a pie a las instituciones y autoridades nos impliquemos en su activa conservación, mantenimiento y preservación, ya que somos corresponsables. Es necesario dedicarle los recursos precisos, a pesar de la crisis, porque es invertir en valores imperecederos. Hay, pues, que impulsar políticas culturales que conciencien a la ciudadanía para que vea el patrimonio cultural como un bien común generador de mayores beneficios que recursos demanda.