Y siguen

La Voz

OPINIÓN

CÉSAR CASAL GONZÁLEZ

06 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

ES nuestro Líbano. Ahora accidentes en Vilaboa (Pontevedra) y en Valdeorras. Las cifras de muertos no se detienen. A fuerza de escribir sobre la guerra del asfalto que se libra en nuestras carreteras, el horror no cala en nuestra memoria. En verano y en otoño, otra vez, tenemos cadáveres en las cunetas. Los problemas los conocemos bien, porque los mamamos desde niños. El primero, el culto a la velocidad. Todos somos pilotos, genios del volante. Aunque poco a poco va cambiando, ir despacio parecía de tontos. La prudencia no vendía y es lo único que salva vidas. El otro aliado de la muerte, además de la velocidad, es el alcohol. En Galicia vamos sobrados de copas. Tenemos todos los boletos. Empezamos con la broma de «dale al niño un trago de cerveza, mira, qué gracia, el bigote de espuma». Y terminamos de fiesta en fiesta, con quince cubatas encima, y la frase a los colegas: «No os preocupéis, que controlo», antes de coger, ciegos, el coche. O el otro clásico para impresionar a la novia: pisar a fondo el acelerador y decirle a gritos con la música a tope: «Lo flipas, volamos». Frases muchas veces ciertas y pronunciadas antes de morir. Velocidad y alcohol: muerte. Lo repite Tráfico, pero en Galicia el carné por puntos parece que no entra ni con sangre. Además de la fórmula trágica, juega en contra la dispersión geográfica. El coche, sobre todo en las zonas rurales, se necesita como el agua para ir de un sitio a otro. Todo lo que hagamos será poco. Las cifras, que no se frenan, lo demuestran. Necesitamos educar desde niños. Necesitamos carreteras decentes, no pistas infames para rallies. Necesitamos más noitebús. Y precisamos mucho más sentidiño. O reaccionamos ya, las lágrimas sólo lavan la pena, o vamos a seguir con el carretera y manta, para tapar cadáveres. Hasta hartarnos. cesar.casal@lavoz.es