El esplendor del cine mudo en la era digital

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CULTURA

«The Artist», en blanco y negro, homenajea al cine creado por Chaplin, Lang y Keaton hace ocho décadas.

13 dic 2011 . Actualizado a las 21:23 h.

Diez años con la idea en la cabeza. Cuatro meses para escribir un guion. Treinta y cinco días para rodar una de las películas más sorprendente, insospechada y alabada de este año al que le quedan dos semanas. Porque solo a Michel Hazanavicius se le ocurrió en pleno siglo XXI, en la era de lo digital, del 3D, de los efectos especiales, de los paisajes digitales y demás artefactos, hacer una película en blanco y negro, muda y que emana clasicismo hollywoodiense por los cuatro costados. El resultado se llama The Artist, que se estrena este viernes. Una cinta que ha triunfado por todos los festivales que ha pasado, incluidos San Sebastián y Cannes. Una repercusión que ha cruzado el charco. Los sindicatos de críticos de cine, como el de Boston o Nueva York, se han rendido a esta historia, que se ha colocado en la carrera para los Oscar.

Esta locura comenzó en la mayor cita del cine festivalero mundial, en la Costa Azul. «Llegamos con el tiempo justo», reconoció el realizador, criado profesionalmente en la televisión de su país. Entró en la competición oficial y asombró porque hacía años que no se veía nada así. Una película enmarcada en la época en que Hollywood pasaba del cine mudo al sonoro y dos actores, una estrella reconocida como Gerald Valentin (Jean Dujardin) y otra emergente como Peppy Miller (Bérénice Bejo), encaran este proceso.

Mientras ella no tiene ningún problema, él considera que el mudo es el presente y el futuro y que el sonoro no tendrá sentido. Un planteamiento que compartieron muchos actores hace ocho décadas. «Valentin no es nadie en especial, pero a la vez representa a muchos. Intenté hacer un personaje que abarcarse muchos aspectos, pero sobre todo el humano. Porque él se siente excluido de un mundo que no entiende», comentó el realizador, seguro que el personaje de Dujardin es más actual de lo que se puede pensar. «Hay que saber adaptarse a los cambios que se están produciendo, como ahora», apuntó.

Hazanavicius tardó cuatro meses en escribir esta idea que le rondaba por la cabeza. Quería hacer una película muda, que respirara las creaciones de Lang, Chaplin, Keaton, de las que bebieron muchos de los genios de décadas posteriores como Wilder. Vio todas las películas mudas europeas que pudo, aunque al final encontró la inspiración en cintas como Y el mundo marcha (King Vidor, 1928) o Garras humanas (Tod Browning, 1927).

A partir de estas referencias, comenzó a crear una película melodramática, «el género ideal para el formato». «Estas películas son historias de amor muy sencillas», confesó Hazanavicius, quien hizo el guion al revés. Comenzó a escribir los personajes para los actores. No había duda sobre su elección. Con Dujardin, conocido en España por Pequeñas mentiras sin importancia, ya había trabajado en las dos partes de OSS 117, películas que parodian el mundo de los espías y que tuvieron mucho éxito en el país vecino. Más fácil fue convencer a Bejo, ya que es su mujer.

Directores envidiosos

Con su equipo francés se fue a Hollywood. Hazanavicius se fue a rodar con James Cromwell, Penelope Ann Miller, Malcolm McDowell, Ed Lauter o John Goodman. «Es bastante complejo el mecanismo de hacer una película de estas características. Hay que asumir que se deja un espacio para la imaginación del espectador porque no hay diálogos y se puede imaginar las escenas. La película, entonces, forma parte de ella», confesó el realizador. Cuando terminó el montaje definitivo de The Artist se dio cuenta que tenía algo especial entre las manos. «Creo que me salió redonda, aunque siempre hay algún detalle», confesó con media sonrisa. Y entonces la película comenzó a volar. Los teléfonos de la distribuidora y el productor Thomas Langmann, creador del nombre de la película, sonaban de forma constante para ver la cinta. Después de Cannes, viajo a San Sebastián, Hampton y Sevilla, donde fue premiada por el público en las tres ocasiones.

«Muchos directores que la han visto me han dado la enhorabuena y también me han reconocido que tenían mucha envidia por no haberla hecho ellos», comentó el director. Empero, toda este cúmulo de parabienes se enfriaron en la entrega de los Premios de Cine Europeos (EFA, en sus siglas en inglés). Solo se llevó el galardón a mejor música original. «La película ha sido muy bien acogida en Francia, Inglaterra e Italia. Lo importante es que guste a la gente. En cuanto a estos premios, era una más entre las candidatas. Es Europa entera la que votaba. Hay muchas películas», argumentaba. La crítica de Estados Unidos la ensalzó como una de las obras maestras del año y ya comenzó a sonar para los Oscar. «Está en mi cabeza por me habláis de ello constantemente», comentó risueño a los periodistas. Más en serio, aseguró que sería «un afortunado» si le llegan a postular como candidato a él, a The Artist o a algún miembro del equipo. «El hecho de estar ahí, si estamos, es importante. Y si llega una nominación para una película europea, sería maravilloso», zanjó.