U2 resucita la cima de su carrera

CULTURA

El 20.º aniversario de «Acthung Baby!» sirve para revisar en el disco que marcó un el punto de inflexión de la banda irlandesa.

28 oct 2011 . Actualizado a las 18:06 h.

No posee el mismo aura mítico que 1967 o 1977, pero que no le quede a nadie la menor duda: 1991 fue un año glorioso para la música. En su calendario no solo se enmarca la eclosión del grunge o la llegada al cielo de Primal Scream o My Bloody Valentine. Este ambiente creativo del indie contagió también a bandas como U2, instalada cómodamente como el grupo de rock más aclamado del planeta con The Joshua Tree (1987) y Rattle & Hum (1988), de inspiración americana. Tras barajar la idea de separarse, decidieron dar un paso adelante fijándose en un lugar: Berlín. Allí, en la ciudad en la que David Bowie grabó Low, dieron forma a Acthung Baby!, otro motivo más para mirar a ese año, 1991, como algo mágico.

«No creo en los sesenta como la época dorada del pop / glorificáis el pasado mientras se pudre el futuro» decía Bono en God Part II, uno de los cortes de Rattle & Hum. Tanto en su sonido como en su espíritu, se podría encontrar parte de lo que luego sería Acthung Baby!, la más brillante pirueta de los irlandeses. Abducidos por la música de baile, acudieron a sus productores de confianza (Brian Eno, Daniel Lanois y Steve Lyllywhite) y el ingeniero y mezclador Flood, que venía de trabajar con Depeche Mode, Nine Inch Nails y The Charlatans. Este último aspecto se dejó notar en el barniz electrónico y oscuro que planea un disco que, aunque dejase a más de un fan fuera de juego en su día, se convertiría en el icono y la segunda vida de U2.

Veinte años después, Universal celebra la efeméride con una reedición a todo lujo en la que se puede comprobar que no ha perdido ni un ápice de brillo. The Fly continúa siendo la ecuación perfecta de riesgo y comercialidad en la cuerda floja del número uno. One suena a clásico entre clásicos en un mundo en el que solo tienen cabida las canciones inmortales. Misterious Ways y Ever Better And The Real Thing advierten de la falta de grandes singles de guitarras en la actualidad. Acrobat con sus aspavientos de épica se revela como la gran joya oculta. Y delicias como Ultraviolet, Whos' Gonna Ride Your Wild Horses? o Until The End Of The World dan cuerpo a un álbum que jamás debió faltar en ninguna discoteca rigurosa. Si el lector de estas líneas se encuentra en ese supuesto, que no dude ni un segundo más.