Tintín, en el banquillo

daniel roldán MADRID /COLPISA

CULTURA

La Justicia belga dirime si la aventura del reportero en el Congo es racista

12 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Bélgica ha sentado en el banquillo de los acusados a uno de sus auténticos iconos nacionales, capaz de enterrar las diferencias entre valones y flamencos. El demandado es Tintín. El porqué: el viaje que realizó en 1931 al Congo, por entonces colonia del país europeo. La culpa fue de un jovencísimo Georges Remi (1907-1983), que pasó a la historia con su seudónimo Hergé. Ochenta años después de su publicación, el Tribunal Civil de Primera Instancia de Bruselas debe decidir si el libro se retira de las estanterías por fomentar el racismo y el colonialismo o si debe llevar algún aviso sobre su contenido.

Es la teoría de Mbutu Mondondo Bienvenu, un ciudadano belga de origen congoleño, que empezó hace cuatro años una cruzada para acabar con el cómic apoyado por la decisión en el Reino Unido de incluir un mensaje explicativo sobre los contenidos del libro. «Hace apología de la colonización», ha defendido el demandante.

«Califica a los congoleños como idiotas, perezosos, incivilizados e incapaces de hablar con corrección», apuntó Ahmed L?Hedim, abogado de la acusación, durante la primera jornada del juicio. «Tintín en el Congo incluye imágenes y diálogos basados en la ideología de la época, que propugnaba la superioridad del hombre blanco sobre el negro para justificar el colonialismo», comentó el letrado. El propio Hergé dibujó el cómic sin haber pisado nunca África e imbuido por la cultura general de la época que consideraban a los congoleños ciudadanos de segunda. «Son iguales que niños grandes», era uno de los comentarios que más se repetía en la Bélgica de los años treinta, según confesó el propio dibujante en una entrevista.

Los acusados, la sociedad gestora de los derechos de Tintín, Moulinsart, y la editorial Casterman, se niegan en redondo a colocar cualquier advertencia en el libro porque sería una forma de censura, además de admitir que Hergé era un racista. En su opinión, que defenderán ante el tribunal el próximo viernes, habría que poner alguna etiqueta de aviso en innumerables obras de siglos pasados.

Los problemas de Hergé surgieron desde el día que aparecieron los primeros dibujos de Tintín. El 10 de enero de 1929 apareció el primer álbum, Tintín en el país de los Soviets. Lo publicó un suplemento juvenil, Le Petit Vingtième, dirigido por Norbert Wallez. Este abad integrista era un reconocido admirador de Benito Mussolini. Con las aventuras del reportero y su inseparable Milú quería aleccionar a los jóvenes belgas del peligro del comunismo. Hergé tenía 22 años cuando salió su primera obra, de la que años después renegaría por ser «demasiado somera gráficamente y políticamente sectaria». Sin embargo, a Remí le costó mucho deshacerse de todos los estigmas que le persiguieron, sobre todo el de filonazi.

La ocupación nazi

Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos periodistas, columnistas y dibujantes belgas decidieron cesar en sus funciones para no trabajar bajo el yugo de los ocupantes nazis. Hergé no. Fichó por Le Soir, dirigido por Raymond de Becker, que no escondía sus simpatías nazis. Durante esa época, el historietista publicó sus tintines, aunque alejados de la actualidad. Así nacieron El cangrejo de las pinzas de oro, La estrella misteriosa, El secreto del Unicornio, El tesoro de Rackham el Rojo, El templo del Sol y Las siete bolas de cristal, además de personajes como Haddock y Tornasol. Sin embargo, su labor durante la contienda tuvo sus consecuencias y, durante dos años, estuvo exiliado de la prensa belga.

El retorno al trabajo vino dado por Raymond Leblanc, un editor y combatiente de la resistencia, que dio apoyo financiero y apoyó a Hergé para que siguiera trabajando y realizase sus mejores libros. El loto azul es el comienzo de una serie de libros en los que el dibujante valón profundizó en el lado humano y abandonó todo cariz político. Hergé evolucionó con los tiempos, aunque su pasado todavía le persiga.