La soprano Ángeles Blancas hace historia en el Festival de Bregenz

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CULTURA

La hija de la gallega Ángeles Gulín cautivó con «Andrea Chènier»

13 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

De Ángeles Blancas se ha alabado siempre, por encima de cualquier otra cualidad, su volcánico temperamento dramático, el compromiso y el desgarro con los que asume la interpretación de todos sus personajes, mujeres siempre de «rompe y rasga», como la Maria Stuarda de Donizetti o la protagonista de La Traviata, que en el 2004 cantó en el Festival de Ópera de A Coruña. Pero Blancas destaca sobre todo la técnica: «En el fondo, una carrera importante no se puede hacer si no hay detrás una voz. Yo me cuido, procuro ir al gimnasio, pero lo fundamental es el instrumento».

La soprano de origen gallego Ángeles Blancas acaba de poner en pie al público del Festival de Bregenz con su conmovedora interpretación de Maddalena de Coigny, la protagonista femenina de Andrea Chènier, la ópera que el compositor italiano Umberto Giordano situó en plena Revolución Francesa. Los más de 6.000 espectadores que acudieron a la representación en el certamen musical finlandés, cuyo imponente escenario sobre el mar ha sido utilizado como localización en la última entrega de las aventuras de James Bond, aclamaron especialmente a la hija de Ángeles Gulín, la cantante ourensana, en La mamma morta, el aria que en la voz de Maria Callas se hizo popular también gracias al cine, al incluirla como parte de la banda sonora de Philadelphia.

Ángeles Blancas se ha convertido en los últimos tiempos en la soprano española con mayor proyección internacional. A sus próximos compromisos en La Fenice de Venecia, donde la próxima temporada cantará El caso Makropulos, de Janacek, gran vehículo de lucimiento para una cantante-actriz como ella, se unen sus recientes éxitos en el Covent Garden de Londres, alternándose en la protagonista de Adriana Lecouvreur junto a Angela Gheorghiu, y en la Ópera de Zúrich, al convertirse en protagonista del Nabucco verdiano al lado de Leo Nucci. En el primer teatro suizo, donde también ha tenido como compañera a otra soprano de origen gallego, Isabel Rey, ya había triunfado antes con La Juive, dirigida por Carlo Rizzi.

La cantante nacida en Dusseldorf y conocida por la intensidad que suele imprimirle a sus recreaciones en la escena, ha ido ensanchando su repertorio en los últimos tiempos, añadiendo personajes cada vez más dramáticos. En el Festival de Bregenz ya había cantado Aida, de Verdi durante el verano pasado. «En esta carrera una no siempre elige lo que va a cantar, eso depende mucho de lo que te pidan, de lo que otros creen que puedes hacer bien, pero sí debo decir que me siento atraída por cierto tipo de personajes complejos, fuertes e incluso violentos porque me gusta el desafío de descubrir su vulnerabilidad, el interior. Esa dureza, en el fondo, suele ser un acto de defensa bajo el que se esconde una gran ternura», dice.

Ángeles Blancas no desdeña la ópera contemporánea. Hace dos temporadas, en el Liceo barcelonés, fue la protagonista absoluta del estreno de una obra basada en Valle-Inclán, La cabeza del bautista, del compositor Enric Palomar. Durante aquella experiencia, la soprano recuperó sus orígenes gallegos, reconociendo en Valle-Inclán «a un escritor que no tiene parangón, extremo, directo, sarcástico».