El templo no dispone de control de accesos y flujos de visita ni de arcos detectores

La Voz

CULTURA

14 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Ni control de acceso, ni control del tráfico interior, ni flujos de visita organizados. No hay arcos detectores de metales ni ninguna de esas medidas de seguridad molestas que los aeropuertos y edificios públicos, museos incluidos, han hecho familiares. Hay gasolineras con muchas más medidas de seguridad que la catedral de Santiago.

En el caso del museo catedralicio, al que se puede acceder desde el templo y que está al lado de un confesionario rotulado como penitenciaria, el sentido de la visita sí está decidido de antemano y no se puede salir por la puerta de entrada.

El resto de la catedral respeta de una manera casi imposible el libre albedrío del visitante, siempre que su vestimenta no sea excesivamente indecorosa.

Paseo claustral

El viajero puede pasar por los claustros e incluso puede asomarse a esa balconada lateral al Obradoiro desde la que se ve a los turistas intentando meter una fachada tan grande en unas cámaras tan pequeñas, un espacio privilegiado en la arquitectura de la plaza. Puede subirse a los tejados con un poco más de soltura de lo que se puede bajar a la cripta. Tiene bastante libertad para moverse y tampoco están bien señaladas lo que podríamos denominar zonas prohibidas dentro del conjunto monumental. Pero una semana después de la desaparición del Códice Calixtino, el entorno cercano al espacio en el que se guardaba el libro sigue manteniendo la alegría y el barullo de aquellas cosas a las que no se les ha puesto una mano. Ni siquiera alguien en la puerta.