«La vida nos unió más que el arte»

CULTURA

Peteiro sostiene que aprendió más dibujo y técnica de su mujer que en la facultad

10 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Tenían 14 años, alma de artistas, imaginación y ganas de sorprender. Entre risas recuerdan la sonada performance que él montó una noche en la calle Riego de Agua, en A Coruña: «Pusieron una mesa en la calle, con velitas y con una buena cubertería; entre él y un amigo se comieron un pollo, con toda la gente pasando», relata ella. Eran los comienzos de Jorge Peteiro Vázquez y de su mujer Beatriz García Trillo, ambos pintores, aunque ella también se dedica a la ilustración (suyas son las imágenes del detective Suso Espada creado por el escritor Francisco Fernández Naval), al diseño, con varias piezas de Sargadelos, y, sobre todo, a la docencia.

Beatriz García Trillo. Cuando nos conocimos, que teníamos 14 años, empezamos a salir, en nuestra primera etapa. Yo pintaba desde pequeña, tenía una buhardilla y prefería quedarme en casa pintando antes que salir...

Jorge Peteiro. Yo no pintaba, pero hacía montajes, esos que hacen ahora en los museos, los hacía yo en las calles, en las playas...

B.?G. Y en el aula, en las clases, hizo una performance apilando los pupitres, con los libros.

J.?P. Eran montajes que hacía con los materiales que encontraba en la playa o con los muebles de la clase. Ahora al ver como es hoy por hoy el mundo del arte y que aquello que era una gamberrada, una cosa de llamar la atención, está metido en los museos me sorprende un poco. Aquello eran cosas relacionadas con el teatro que nunca se me ocurriría vincularlas con la pintura o con el arte; tenían un nombre que era happenings que nunca volví a utilizar.

B.?G. Erais una generación muy rara, porque con 15 años fuisteis a hacer una obra de Bertold Brecht a la Compañía de María, que yo estaba entre el público y tú actuabas. Hacíais las películas aquellas de súper 8. Los profesores de los jesuitas debían de animar mucho, pero era un grupo muy creativo, con mucha diferencia del resto y muy exagerados.

J.?P. Sí, eran muy buenos profesores. Luego me fui para Valencia; podía dedicarme directamente a la pintura pero iban a decir que era un jeta, un sinvergüenza y me fui a aprender unas cuantas técnicas y después a tirar para adelante porque la idea de la creación ya la tenía dentro. De hecho, yo aprendí más de Bea (que luego apareció también en Valencia), aprendí con ella más de dibujo y de técnicas que con los profesores en la facultad, ¡pero bastante más!

B.?G. Pasábamos mucho tiempo juntos y hacíamos viajes para dibujar, en cada parada dibujábamos.

J.?P. Además tú habías hecho antes otra carrera de artes y oficios y eso se notaba.

B.?G. Bueno, había lo que era el preparatorio para Bellas Artes y eso me dio muchísima base. La docencia me parecía estupenda, sobre todo en una escuela de arte. Había estudiado en Maestro Mateo, en Santiago, que era un lugar que me encantaba para trabajar, me parecía que era un buen sitio para mí: pintaba más libremente, más a mi ritmo, porque nunca tuve el coraje de Jorge de dedicarme solo a la pintura, hacía una cosa más modesta. Son un lujo las escuelas de arte.

J.?P. Es que Bea lleva 40 años seguidos pintando, no la recuerda sin una libreta, sin pintar algo, más o menos.

B.?G. En estas cosas no es como trabajar en una oficina con un horario; están tan unidas a la vida que cuando no estás tomando un apunte estás pintando o cuando paseas tomas notas.

J.?P. Bea me daba pasantías en verano, era como tener una profesora particular.

B.?G. La vida nos unió más que el arte, aunque yo ya pintaba cuando empezamos a salir, antes de que Jorge se fuera a estudiar Bellas Artes y yo también. El arte es una manera de vivir, es una forma de existir en la que no estás todo el día con un discurso teórico; es una cosa cotidiana, en la que lo normal es andar con las libretas, con los pinceles.

J.?P. Pero aquí no nos tiramos charlas filosóficas sobre el arte.

B.?G. No, más bien discrepamos sobre algunas movidas.

J.?P. Ya sabemos que de algunas cosas mejor ni habar. Haces un comentario: «¿Qué te parece tal cosa?». El otro dice que muy bien y ya está.

B.?G. Es lo que te pasa cuando estás con artistas, que no es muy frecuente hablar de arte, no es una tertulia continua sobre el tema, es más una manera de ver, una manera de mirarse, hay una afinidad que con una mirada ya se entiende. Pero no es solo con pintores, también con poetas, con escritores, con escultores. Es una manera de mirarte. Nosotros discrepamos sobre todo en su valentía y en mi inseguridad: siempre está muy seguro de lo que hace y yo estoy muy insegura.

J.?P. Lo de la seguridad es porque yo no tengo problemas de creación. Lo de la inspiración no la necesito porque me pongo delante del caballete y como no pierdo el ritmo, no pierdo inspiración ninguna. Tengo un enano en la oreja que va diciendo donde poner los colores.