Regresa a Galicia Baldo Pestana, un histórico de la fotografía americana

Carlos Vázquez González

CULTURA

Ahora reside en Lugo y posee 17.000 negativos de su etapa en el «Diario Oficial de Perú» y las revistas «Life» y «Time»

09 ene 2010 . Actualizado a las 02:27 h.

De Baldomero Pestana sabían más los franceses que sus paisanos gallegos. El escritor galo Yak Rivais describía así su obra en Les Cahiers de la Pintura (1981): «No hay decorado. Las circunstancias tienen poca importancia. Solo cuenta la esencia, lo absoluto y el espacio es el de la hoja en blanco. Es lo que existe y lo que no existe. El enlace entre los dos sigue siendo el dibujante, intentando plasmar lo instantáneo». Y más cercano en el tiempo, la revista francesa de arte Critique acaba de publicar un reportaje sobre la faceta artística del lucense, al que otorga dimensión internacional.

Desde que regresó a Galicia, hace año y medio, reside en la casa de unos sobrinos en Bascuas, una pequeña localidad situada cerca de Lugo. Allí alimenta los días pintando en su cómodo estudio mientras disfruta de un paisaje al que todavía no ha llegado Internet, pese a la cercanía con la capital. Junto a sus dibujos y los cuadros al óleo atesora otra importante colección que guarda de su etapa como fotógrafo de prensa para el Diario Oficial de Perú, aunque también hizo trabajos para la ONU, la agencia McCann-Erickson y las revistas Life y Time .

Sus cualidades de artista le sirvieron para seducir y sentar ante el objetivo de su cámara, no sin alguna dificultad, a personalidades tan dispares como los escritores Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, el productor Quince Jones y el fotógrafo Cornell Capa.

De aquel período conserva en su poder alrededor de 17.000 negativos que pudo haber cedido a la Biblioteca Nacional de Perú si hubiera aceptado la solicitud que esta le formuló en reiteradas ocasiones.

Con los mimbres de una intelectualidad no engreída que ha ido adquiriendo con los autores clásicos, la pintura del Renacimiento, gran amplitud de miras y las ganas de aprender algo nuevo cada día, Pestana cumplió 92 años el pasado 26 de diciembre en compañía de su familia y amigos. Su misión de aquí en adelante es, subraya, encontrar un espacio público para dejar su obra en Galicia.

En el barco de la emigración

Honesto, disciplinado y exigente consigo mismo hasta casi la extenuación, Baldo Pestana, Baldito, nació en Pena, Castroverde, en 1918. Hijo de madre soltera, se trasladó enseguida a la cercana aldea de Pozos sin darse cuenta de que ese incipiente andar de aquí para allá acabaría convirtiéndose en su sino el resto de la vida.

Con cuatro inocentes años, su madre lo subió a un barco y antes de terminar la travesía por el océano seguramente ya percibió las sensaciones del emigrante. Y en el puerto lo esperaba su nueva familia: Argentina. Pero Buenos Aires no fue un portazo a su cultura, ya que en casa de su tío Pedro se mantenía la costumbre de comer caldo y chorizos, se hacían las filloas y se bailaba la muiñeira. Hasta podría seguir hablando en gallego aunque no por mucho tiempo.

Fue carbonero y ayudante en una librería antes que camarero en un trasatlántico, pero de lo que más huyó fue del oficio de sastre de su protector, pues hubiera sido una condena. Casi por casualidad se inscribió en un curso de fotografía y, lo que son las cosas, eso abriría el paso a su futuro profesional, aunque no antes de haber dejado atrás 37 años en ese país. (Por el camino conoció a Velia, la esposa que mimó y habría de cuidar hasta el último aliento anochecido).

Ya en la capital de Perú, disfrutó de nueve años en los que realmente pudo labrarse una buena reputación tras el disparador. El viajero, no obstante, abrió un día la ventana y sintió la necesidad de virar de nuevo rumbo a Europa, aunque para recalar en París antes tuviera que vender el coche y el equipo de revelado. Llegó justo a tiempo para inmortalizar en su memoria el Mayo francés del 68 y tras recorrer el continente, cumplidas ya sus expectativas, la fotografía se fue haciendo a un lado para dejar paso a la pintura y al dibujo.