«Vigo y sus alrededores son un escenario ideal de novela negra»

CULTURA

El autor vigués residente en Madrid publica «A praia dos afogados», el segundo caso del inspector gallego Leo Caldas, tras el gran éxito de «Ollos de auga»

07 may 2009 . Actualizado a las 13:04 h.

Domingo Villar (Vigo, 1971) obtuvo un gran éxito con su primera novela, Ollos de auga (Ojos de agua) (2006), de la que se han vendido 35.000 ejemplares y ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, ruso y búlgaro. «Ya me sorprendió publicar el libro. Estoy sorprendidísimo», afirma. Ahora publica un nuevo caso del inspector vigués Leo Caldas, A praia dos afogados (La playa de los ahogados), cuya edición en gallego editada por Galaxia ya está a la venta y que Siruela pondrá en las librerías en castellano, en breve. Villar, que reside en Madrid, escribe en gallego y luego traduce al castellano. «Escribir en gallego me obliga a estar más cerca de mi tierra, pero no tiene mayor importancia, las lenguas están para unir, no para separar», asegura.

-¿Quién es Leo Caldas?

-Es un inspector de policía que trabaja en una comisaría de Vigo, un hombre reservado, tranquilo, que no es un tipo duro, ni un genio, no es Sherlock Holmes, pero tiene sentido común y es capaz de seguir un rastro hasta el final. Le gusta beber vino en el Eligio, una taberna que es su refugio, fuma para ocultar su timidez y de amores anda regular.

-También trabaja en una emisora de radio.

-Le han liado para trabajar en un programa de servicio público, Patrulla en las ondas, en la radio local. A Caldas no le gusta hablar, detesta el programa y a su director, pero le ha convertido en una celebridad para su desgracia. Solo le reconocen el trabajo en la radio, lo que le parece bastante ridículo.

-Es un policía sui géneris que se marea cuando viaja en coche y no lleva armas encima.

-No sabría como usarlas en caso de necesidad. Pero sí le acompaña su ayudante, un aragonés llamado Rafael Estévez, que de por sí es un arma tremenda. Es mucho más pragmático. Leo es un gallego vocacional, le cuesta expresarse con rotundidad mientras él le llama al pan pan y al vino vino. Parece hosco y demasiado duro, pero en ocasiones centra al indeciso inspector y le hace tomar una determinación concreta.

-¿La novela negra es la mejor manera de hacer una radiografía de la sociedad actual?

-No sé si la mejor, pero desde luego es la menos forzada. Mi ambición fundamental es hacer que el lector que me acompaña se lo pase bien, se divierta, aunque aspiro a una obra lo más elevada posible. Pero al tiempo que desarrollo una trama criminal describo lo que veo alrededor, por lo que la mirada es mucho más natural y el retrato más fiel que si me centrara exclusivamente en el escenario.

-¿Se puede decir que Caldas es un personaje particularmente gallego, que ejerce como tal?

-Ejerce de gallego y está orgulloso de serlo. Responde a esa indefinición, a eso de caminar por los meandros, pero no falla el tiro, demuestra que a veces la línea curva puede ser mejor que la recta.

-¿Vigo y sus alrededores son un buen escenario para la novela negra?

-Es el escenario donde transcurrió mi infancia y mi juventud y en el que he querido situar el caso. En este segundo libro la trama lleva a los policías a Barbanza, Oliveira, etc... No cabe duda de que Vigo y sus alrededores, las rías, la cercanía de la frontera, el contrabando, la orografía, todo forma parte de un escenario ideal, que parece diseñado para escribir novelas negras.

-¿Qué autores de novela negra le han influido más?

-No soy un lector compulsivo de novela negra, leo de todo. Gran parte de lo que rodea mis tramas proviene de mi experiencia personal. Me gustan mucho las tramas de James Ellroy, Andrea Camilleri y Manolo Vázquez Montalbán.