Tres sí quiero de Carballo a China

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Ana García

El amor no entiende de nacionalidad, religión ni edad. Y «para pintar la mona en la boda, la pintamos los dos». Así se resume, a grandes rasgos, la original historia del carballés Adán Manuel Serrano y la china Xiao Hong Xu

25 ago 2018 . Actualizado a las 14:38 h.

Dos continentes, dos culturas y dos religiones con un «sí, quiero» de por medio. Imagínense ustedes la situación. Se puede armar la Marimorena, la de San Quintín y todas las que vengan detrás. Pero donde hay amor, no hay excusas que valgan. Si no, que se lo pregunten al carballés Adán Manuel Serrano (Carballo, 1977) y a la china Xiao Hong Xu (Zhangjiakou, Hebei, 1986). Su historia y sus hasta tres bodas de película con unos trajes que no pasaron desapercibidos ni en Galicia ni en China -compruébenlo ustedes mismos en la imagen- han sellado su relación para siempre.

UNA FOTO, EL ORIGEN DE TODO

Fue un viaje que el carballés de 40 años hizo a China con un amigo en agosto del año 2015 el que marcó el comienzo de todo. Ya antes había estado en Japón, y Asia cada vez le gustaba más. Además, la aventura lo cogió en un momento de su vida en el que estaba abierto a conocer gente. Y la casualidad hizo que se encontrara con la china de 31 años en Xián, la turística ciudad de los soldados de terracota. «Le dije a mi amigo: «‘Mira qué chicas tan bonitas. Voy a decirles que me hagan una foto’. Y como allí los extranjeros llamamos mucho la atención, al final acabamos sacándonos una todos juntos y empezamos a hablar, ya que ella entendía un poco el español al trabajar como acróbata en varios circos famosos del país durante dos años. Y nos intercambiamos los teléfonos», cuenta Adán.

Lo que vino después fue «tan fuerte», que a los tres meses el gallego ya estaba de vuelta en China. «Quería conocerla más para ver si era de verdad todo lo que sentíamos por mensajería», explica. Hicieron varios viajes juntos y fueron a parar a Pekín, donde aprovecharon para visitar el consulado e informarse sobre cómo conseguir un visado para que Xiao pudiese venir a vivir a Galicia. Y entre otras muchas aventuras vividas juntos, en abril del 2017 Adán regresó a China con todo el papeleo hecho para pedirle casamiento. El sí fue tan grande que celebraron dos bodas allí.

Ambas celebraciones fueron civiles pues, según explica Xiao, al tratarse de un país comunista no hay bodas religiosas. «Lo que de verdad importa es el papel», cuenta. Pero, ¿cómo fueron? La primera, en una oficina del gobierno de China en Zhengzhou (Henan), ciudad en la que la china trabajaba en un gimnasio dando clases de yoga. «Firmamos, y luego hicimos una comida en un restaurante con mis amigos, pero sencilla; sin gastar tanto dinero como es habitual allí», explica Xiao. Y la segunda, en el pueblo de su familia, ya que la distancia que separa ambos lugares es bastante grande. La ceremonia fue similar, pero con una excepción: Adán, junto con su hermana, fueron los primeros extranjeros en visitarlo, pues tiene 400 habitantes. Ya ustedes van viendo las dimensiones de esta historia.

Y ahora es cuando llega el gran enigma. ¿Por qué se casaron con los trajes que aparecen en la imagen? El propio Adán lo explica, entre risas: «En China, el vestido tradicional para la boda es el rojo, aunque ahora, cada vez más, imitan la moda occidental de casarse de blanco. Y yo, al conocer lo despampanante que era el traje, dije: ‘Vaya carnaval. Pues para pintar la mona la pintamos los dos’. Y decidí ponerme el uniforme de gran gala de policía nacional, ya que me dedico a eso».

JUNTOS, EN GALICIA

A partir de ese momento y con el visado ya en mano, Xiao no se lo pensó dos veces. Justo cuando se cumplían dos años exactos de conocerse, lo dejó todo por amor. Se vino a vivir a Galicia, y más concretamente a Carballo. La suerte le sonrió de su parte: «En solo dos semanas y visitando tres empresas encontré trabajo de lo mío, dando clases de yoga», explica. Y lo que le está aportando la Costa da Morte es impagable, dice: «Aquí hace mejor tiempo, estoy cerca de la playa, hay mucha naturaleza, es un lugar pequeño y tranquilo y con menos tráfico». También le gusta nuestra cultura, por eso está aprendiendo a hablar gallego a través de un curso gratuito. Y su nivel es ya avanzado.

Pero, ¿qué hay de la tercera boda? De nuevo, se trata de una casualidad de la vida, según cuenta Adán: «Yo cuando me casé en China, no entendí nada de lo que me dijeron. Entonces, no me sentía totalmente casado. Y mi padre me decía: ‘Casou o meu fillo e nin unha mariscada comín’. Entonces, íbamos a hacer una comida sin más con familiares y amigos, pero yo que soy católico y que en la infancia colaboré con la iglesia, pues le pedí al párroco de Carballo, don José, que me bendijera las alianzas nuevas [en China se casaron con unas de bisutería al no conocer la talla de cada uno]. Fue cuando él se enteró de que me uniera con una china y yo de que me podía casar con ella por la Iglesia, aunque fuera de otra religión, haciendo unos trámites. Y se me encendió la bombilla».

El pasado día 4 de este mes se dijeron por tercera vez «sí, quiero». Y volvieron a sorprender con sus trajes: «El cura flipó al vernos y los invitados también», recuerda el carballés. El momento más emotivo que sintió la extranjera, en este caso, fue el camino hacia el altar: «En China escuchamos la música en las películas y soñamos con vivir ese instante. Desde que conocí a Adán, aún tuve el deseo más presente», relata ella. Por su parte, el gallego resume su felicidad en haberse casado con una mujer «tan diferente a su cultura».

Para los curiosos, Xiao fue aceptada en Carballo como una más, mientras que Adán no tuvo la misma suerte en China: «Allí corre el bulo de que los extranjeros tratan mal a las mujeres, por eso mi familia no lo tomó muy bien», explica la protagonista. Ellos son felices y ya están de vuelta de la luna de miel por Italia, Francia y Suiza; su viaje «más tranquilo»... Hasta ahora.