Llevan las raíces en su DNI por partida doble y no se pueden sentir más orgullosas. No tienen problema en deletrear su nombre y en gritar a los cuatro vientos que su tierra tiene forma de mujer

MARÍA VIDAL
Redactora
ANA ABELENDA
Redactora

Con Villaverde de apellido, lo de Galiza le ha venido como anillo al dedo. Aunque parezcan atraerse como si en medio solo hubiera un imán, esta combinación también le ha regalado algún que otro vacile, sobre todo durante su época escolar durante los años ochenta, cuando el galleguismo estaba en pleno auge. «Cantaban el himno gallego y con mi hermano que es Breogán ya era peor, ¡el «fogar de Breogán» era!... Sorprendía mucho mi nombre, era el típico vacile de dónde viene ese nombre, encima Galiza Villaverde, pero lo llevé bien, yo siempre estuve muy orgullosa de mi nombre», explica esta coruñesa de 37 años.

Su padre siempre la animó a luchar por su nombre y sus ideas, sin embargo, Gali -un diminutivo cariñoso que la gente malinterpreta como acortamiento de Galilea, algo que a ella le horroriza - de pequeña pensaba que tenía un nombre «normal». Hasta que cumplió los 15 años no fue consciente de lo que suponía llevar Galicia encima. Fue también el principio de una larga lista de explicaciones. Si el interlocutor está al otro lado del teléfono puede haber interferencias, porque le han llegado a llamar Alicia, Galicia... «de todo menos Galiza». Pero en el tú a tú, a pesar de la sorpresa inicial no quedan dudas, aunque para ello tenga que presentar el DNI. «Si son de fuera se sorprenden y me dicen: ‘¿Pero Galicia no es en dónde vives?’. A ver, se llama Galicia [también Galiza] donde vivo, pero yo soy Galiza con z», explica. Algunos han ido más allá y ha tenido que aguantar: «¿Pero estás segura de que es tu nombre? Porque no conozco a nadie». A la pregunta de: «¿Y ese nombre por qué?», ella obviamente echa balones fuera y señala a su padre «que es bastante galleguista».

Gali es madre de dos hijos, Aitor, de 18 años, y Ainara, de 12. Y aunque también tiró para el norte, sus flechas apuntaron más al País Vasco «no por nada, solamente porque me gustaban más». «Mi padre se lo tomó bien -aclara Galiza-. Todo lo que sea independentismo... Ahora, si le llego a poner un nombre andaluz ya no le haría tanta gracia, pero mientras vaya por esta línea, bien». Lo que su progenitor no lleva tan bien es que su Galiza non fale galego. «Es lo peor, porque él escribe poesía en gallego y yo cero. Mira que intentó enseñarme, pero yo para los idiomas soy muy necia», confiesa Galiza, que tiene pendiente un libro de Manuel Rivas, regalo, cómo no, de su padre.

Hasta el momento de hacer este reportaje, Galiza Villaverde se sentía única en el mundo, entiéndase en el sentido más lingüístico, pero cuando descubrió que por ahí adelante hay más tierras gallegas en forma de mujer se alegró muchísimo. Vamos a presentárselas.

XOAN CARLOS GIL

Non era un nome que lles resoase na cabeza nin que estivesen a cruzar os dedos para que fose nena para poder poñerllo, porque tiveron dúas oportunidades antes que esta ata que por fin decidiron charmarlle Galiza á súa terceira filla. E iso que a elección traía certa expectación, xa que en ningún dos tres embarazos nin Ana nin Tiago quixeron coñecer o sexo do bebé ata o nacemento. Primeiro naceu Palmira, logo Luzia (vén do portugués) e hai agora 12 anos chegou Galiza. A idea foi do pai da criatura, Tiago, que oficialmente se chama Santiago, aínda que el está a pelexar para que lle deixen acurtalo na versión portuguesa. «Está a custarlle, non é fácil», explica a súa muller, Ana. A ela pareceulle ben a elección, do mesmo xeito que anos antes el aceptara que as nenas levasen diante os apelidos da nai. «Non por nada, pero el son moitos irmáns e os apelidos mantéñense, en cambio pola miña banda, perdíase», explica Ana Vicente, que nunca tivo dúbidas entre Galiza ou Galicia: «Tiña claro que quería o primeiro».«Os nomes polos que tiñamos algunha preferencia xa os utilizabamos antes. Puxémoslle Palmira á primeira pola avoa de Tiago, e Luzia porque nos gustaba», explica Ana. No momento que viron a Galiza déronse conta de que o nome encaixáballe á perfección. Gali, como lle chama cariñosamente, é unha nena riseira e alegre, que non ten problema en presumir que se chama igual que a súa terra. «Aos meus amigos do cole non lles sorprende, á maioría gústalles moito e a min tamén», explica Galiza Vicente Méndez. Esta familia tampouco ten constancia de que haxa moitas Galizas máis, así que imos coñecer a terceira das nosas protagonistas, aínda que esta é Galicia.

MARCOS MIGUEZ

Galicia es rubia, justa e independiente. Nació con la Constitución, en el 78, pero en casa se quita letras para quedarse en «Gali». «Es el diminutivo, el nombre cariñoso que usan la familia y mis amigos», cuenta. Hay más de una Galicia, y esta Galicia de leyes que vive en A Coruña sabe de otra de Ourense. «Más allá de eso, no conocí a más. Pero sí a una Galatea...», con la que comparte raíces y que también tiene su leyenda. A sus 40 años, Galicia se siente a gusto en el nombre de su tierra. ¿Se siente única? «No es por eso... Me alegra saber que hay otras Galicias», asegura quien eligió Diego para su hijo, y si tuviese una niña («que puede llegar»), le pondría Lucía. «Al principio, no descarté mi nombre para una hija, pero no me gusta repetirlos, y con el paso de los años, su padre y yo decidimos irnos a uno clásico», explica.

Los padres de Galicia Sande querían un nombre gallego. «No por una cuestión ideológica -aclara-, sino de amor a la tierra, a las raíces. Mi padre es un hombre culto y estudioso. Y en el 78 había mucho revuelo con la Constitución y las autonomías». Su historia merece un estatuto. Sus padres querían estrenar nombre para la vida. «Mi padre vio Galicia en un libro de antropónimos y pensó que era original y bonito, y se lo planteó a mi madre. Y mi madre, que tiene una mentalidad muy abierta, en aquella época en la que había que poner el María delante o detrás, dijo: ‘Si hay Áfricas y Américas, ¿por qué no una Galicia?’», cuenta.

Galicia tiene su mitología. Y rima con Justicia. «Yo intento ser justa en mi vida profesional, y en la personal», afirma esta abogada de vocación que no duda en calificar de acierto su apuesta por el oficio.

Con 28 años Galicia pidió autonomía y se marchó de casa, confesó en otra entrevista en La Voz. «¡Sí! Tenía cierta independencia económica, y eso me impulsó a independizarme. Me fui a vivir con el que era mi novio, Aure, y hoy es mi marido y el padre de mi niño», detalla. ¿Galicia es independiente? «Sí. Por supuesto. Mi madre nos ha criado así. Soy independiente, pero a la vez formo muy buen equipo con mi marido. Hay equilibrio», asegura Galicia, que si tuviese que limitarse a un solo lugar en todo su mapa, se quedaría en Muros. «Es la tierra de la familia de mi madre y es el pueblo de los veranos de mi infancia. La playa de Louro. La libertad de quedarse en la calle hasta las doce de la noche sin peligro». Y es también especial porque fue el lugar donde Galicia conoció el amor. «Aure y yo nos conocimos en Muros hace ahora 22 años, un 15 de julio, fecha próxima al Día de Galicia. Tuvo que ser el destino -considera mágica Galicia-. Porque resultó ser el amor de mi vida».