¿Cuántas clases de orgasmos hay?

Cláudia Morán

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RELAJARSE Y DISFRUTAR Son las claves más importantes de cualquier práctica sexual. Porque, aunque a veces creemos que sobre sexo lo sabemos todo, lo cierto es que puntos de placer tenemos muchos, pero solo uno es el rey o, en otras palabras, el que tiene la última palabra para llevarnos directos al éxtasis. Y no, no está ahí abajo.

03 feb 2018 . Actualizado a las 20:05 h.

Una dice que es vaginal. Otra, que es clitoriana. Él dice que ella tiene un problema, porque nunca consigue un orgasmo solo con penetración. Pero, ¿sabemos qué hay de verdad en todo esto? Lo cierto es que nada. Porque ninguno de los orgasmos que conocíamos hasta ahora existe realmente. Las expertas lo tienen claro: el único orgasmo que existe es cerebral. Aunque «el órgano principal para obtenerlo es el pene o el clítoris», señala la sexóloga Aránzazu García, de la clínica viguesa Vida.

«Si estás recibiendo la estimulación perfecta, pero aparece algo que te impide concentrarte en lo que estás haciendo eso entra en el cerebro y compite con el placer», explica. Tan importante es el cerebro en la consecución de un orgasmo que se puede llegar a él sin un solo roce. De hecho, Aránzazu García cuenta que «hay mujeres y hombres lesionados medulares que ya no tienen sensibilidad en los genitales, pero sí tienen orgasmos».

Sin olvidar nunca el poder de la mente, es evidente que el punto G (la próstata en el caso de los hombres y la parte interna del clítoris en el de las mujeres) es una llave para llegar al éxtasis. Aunque hay diferencias. «El pene necesita una estimulación mecánica rigurosa, pero el clítoris es muy sensible, y con muy poquito roce, si hay también estimulación de otras fuentes, se puede llegar rápidamente», explica. Además, hay otras poderosas zonas de placer. García destaca el clítoris/pene, la próstata, los pezones y la lengua. Aunque, ojo, porque todo depende del entrenamiento que cada persona haya hecho. «Hay mujeres que, por no utilizar el punto G, tienen la sensibilidad poco desarrollada, mientras que es rara la que no tiene los pezones muy sensibles, por su prominencia; sin embargo, en los varones la estimulación de los pezones es muy pobre», dice García, aunque apunta que «cuanto más se ejercita una zona, se va volviendo más sensible».

EL PODER DE LA MENTE

En cuanto a la estimulación anal, señala que es la forma más directa de llegar a la próstata, pero eso no quita que los hombres se olviden del pene: «Normalmente también lo tocan». La sexóloga Martina González Veiga, del centro Con mucho gusto!, que también defiende el poder de la mente para alcanzar el orgasmo, señala que los hombres tienen un punto P que «puede generar sensaciones placenteras y llevar al orgasmo», aunque afirma que para alcanzarlo hay que abrir la mente y desterrar mitos -tanto hombres como mujeres-, ya que es un error común «confundir el orgasmo obtenido con la orientación sexual».

¿Cómo es posible que la falsa clasificación de los orgasmos siga tan extendida? La respuesta está en los libros. «Los distintos tipos de orgasmos los introdujo Freud», indica la sexóloga Nayara Malnero, autora del blog Sexperimentando. «Explicaba que había un tipo de orgasmo en el hombre y dos en la mujer, que el clitoriano empezaba en la juventud temprana y el vaginal se alcanzaba con la penetración, lo cual suena muy machista. Pero la gente se lo sigue creyendo».

Malnero también sostiene que el orgasmo «es una experiencia mental que, por supuesto, va asociada a una parte física». Y, si nos centramos en ella, añade que «los orgasmos que definimos como vaginales están provocados también por el clítoris, ya que la vagina no tiene la sensibilidad suficiente».

«En la parte mental entran en juego muchas sustancias, como la oxitocina, la endorfina o la serotonina. Pero es totalmente incompatible estar repasando la lista de la compra mientras intentas obtener placer», avisa. Algo que comparte Aránzazu García: «Cuanto más relajados, tranquilos y despreocupados estemos, más fácil será conseguir un orgasmo». Porque, en cuestión de orgasmos, «el cerebro tiene la última palabra».